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Un elixir para el amor y la guerra

"Un símbolo de victoria, paz, reconocimiento y fraternidad". Así definió el olivo Mario Vargas Llosa, encargado de brindar anoche el V Pregón del Primer Aceite de Osuna, un discurso que el escritor peruano pronunció en el espectacular auditorio natural de El Coto de Las Canteras de dicha localidad.

el 15 sep 2009 / 18:24 h.

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"Un símbolo de victoria, paz, reconocimiento y fraternidad". Así definió el olivo Mario Vargas Llosa, encargado de brindar anoche el V Pregón del Primer Aceite de Osuna, un discurso que el escritor peruano pronunció en el espectacular auditorio natural de El Coto de Las Canteras de dicha localidad.

En los minutos previos a este pregón, el autor de Conversación en la Catedral y La Ciudad y los perros tomó la pala antes que la palabra para plantar el tradicional olivo en el patio del sepulcro ducal de La Colegiata, donde prosperan los ejemplares plantados por otros ilustres antecesores como José Manuel Caballero Bonald, Jesús Quintero, Antonio Gala o Manuel Vicent.

Vargas Llosa comenzó evocando a Azorín, "el gran prosista de las cosas pequeñas y esenciales", que llegó a sobrevivir en épocas de penurias con un simple panecillo huntado en aceite. Y a partir de esta anécdota libresca, pasó a exaltar el aceite como "uno de los emblemas de la cultura universal". "Se equivoca quien cree que esta adorada sustancia debe ser alabada sólo por la función que cumple engalanando la comida", advirtió.

De hecho, este "exquisito elixir", según lo definió el escritor, está presente tanto en los versos de Homero como en el infierno de Dante, igual de útil para achicharrar invasores que para el suplicio del pecador. "No es casualidad que el aceite que castiga la lujuria en cisterna oleaginosa sea la misma que participa en todas las ceremonia eróticas", apuntó.

Prosiguió el escritor y académico de Arequipa enumerando los distintos cometidos que ha tenido el aceite a lo largo de su historia, desde el bálsamo que alivia las heridas hasta su uso como arma defensiva para escurrirse del abrazo letal del enemigo. "El aceite acompaña al hombre en todos los deportes que practica, desde el más terrible de la guerra hasta los más inocuos y gentiles del amor".

Asimismo, recordó su presencia en todas las religiones. "Desde las más primitivas a las más evolucionadas, todas han hecho del aceite un elemento fundamental para sus liturgias", explicó. De hecho, el propio árbol del olivo es "un personaje inevitable en las mitologías, en la tumba de los faraones, en la Grecia de Helena y Ulises, en la Biblia, en el llanto de Cristo en Jerusalén. Para judíos, musulmanes y cristianos, es un árbol familiar y querido como lo fue antes para adivinos, magos y chamanes. Según dice la tradición, el olivo no muere nunca, es un símbolo de eternidad", agregó.

Tampoco olvidó este eterno candidato al premio Nobel de señalar el importante papel del aceite en la industria farmacéutica y cosmética. "Sin los ungüentos que se han ido creando a partir de él, no serían tan bellos esos rostros que nos exaltan y esos cuerpos como el de aquella muchacha de uno de los cuentos de Las mil y una noches que fue minuciosamente huntada de esencias aceitosas antes de ser entregada a su enamorado".

Para Vargas LLosa, el aceite marca sí mismo un punto de inflexión sin el cual "la vida humana sería más triste, pobre y rastrera", y es el paso del hecho de alimentarse para vivir a elevar la mesa a la categoría de arte, una vez superados ciertos prejuicios "ancestrales y puritanos", aseguró.

Por último, no olvidó el escritor señalar otra virtud mayor del olivo, y es su circunstancia de "ciudadano universal, un ser sin fronteras que se adapta allí donde lo lleven. Pudo ser oriundo de la antigua Mesopotamia, pero todas las culturas tienen derecho a reclamarlo como suyo. El olivo es un ejemplo de versatilidad y don de gentes que las gentes deberían imitar", agregó el escritor.

Finalmente, Vargas Llosa agradeció al aceite, en nombre de todos los escritores, su concurso en otro invento decisivo, la lamparilla de aceite "la primitiva veladora que rompió las tinieblas y desanimalizó al ser humano", apostilló. "Por todo ello, la hermosa y centenaria villa de Osuna, al celebrar ese aceite de oliva, más que un acto de reconocimiento y gratitud hace un acto de justicia".

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