Cultura

Un enorme amanecer

Consagrado al pop-rock comercial, el Festival Territorios vibró en su primera jornada con el multitudinario concierto de Loquillo, la irreverencia de La Mala Rodríguez y, bien entrada la madrugada, el son tropical de Chicha Libre.

el 24 may 2014 / 21:26 h.

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La rapera jerezana La Mala Rodríguez decidió convertir su concierto en una fiesta con el público subiendo al escenario al final. / Pepo Herrera La rapera jerezana La Mala Rodríguez decidió convertir su concierto en una fiesta con el público subiendo al escenario al final. / Pepo Herrera

Pasando por alto que Territorios hace muchos años que dejó de ser lo que prometía su nombre y obviando que aquella hermosa idea de ‘festival de música de los pueblos’ quedó enterrada por otras músicas de raigambre mucho más urbana, el certamen ha alcanzado este fin de semana su edición 17 con un cartel razonablemente heterogéneo en el que Loquillo apareció como un señor de vuelta y apto para un público plural, ese que lo mismo acudió el viernes por oír a La Mala Rodríguez que por Love of Lesbian o Chocolata. Con todo, prevalecieron los treintañeros, los mismos que han sido criados a los sones de la movida. El hombre alto de negro, no el protagonista de Phantasma, Loquillo, decimos, se plantó en el escenario para dar un concierto. Parece obvio decirlo, pero no lo es tanto en época de playbacks, ruidera sin ton ni son y excesivas programaciones encubridoras.

Al fondo de la inmensa multitud, él, Loquillo, en Territorios. / Pepo Herrera Al fondo de la inmensa multitud, él, Loquillo, en Territorios. / Pepo Herrera

Temas emblemáticos como Rock and roll Star, El Rock del garaje o el mítico Cadillac Solitario con el que cerró su actuación, por aclamación popular, desfilaron en una suerte de inmortales encadenados. Eso sí, los desgarrados «nenas» de sus canciones no se los dejó a nadie y tras una primera parte dedicada a los temas de su último trabajo, El Creyente, hizo un repaso por su larga carrera incluso con algunos de sus primeros éxitos como Carne para Linda, que cantó entre el público bajándose del escenario y haciendo las delicias de su comunidad de locos, una letra gore muy distante de las sociales de sus canciones más actuales. Pero si algo demostró Loquillo es que realmente tiene una banda de rock and roll que sonó a la perfección en los jardines del Monasterio de la Cartuja tanto en conjunto como en los solos de guitarra que se marcaron Igor Paskual y su inseparable Jaime Stinos, todo un veterano del toque rockero que además lleva años como productor del loco, como le aclamaban sus fans. Loquillo, que con la madurez se ha convertido en un artista polifacético y reflexivo que a la composición musical ha sumado una faceta literaria y que no dudó, como catalán, en mojarse en el debate soberanista situándose contra la independencia, tampoco pasó el viernes casi a la misma hora en que se cerraba la campaña de las elecciones europeas la oportunidad de lanzar el mensaje de que «desde Barcelona sumamos, no restamos».

El grupoChicha Libre trajo a la Cartuja su cumbia neoyorkina. / El Correo El grupoChicha Libre trajo a la Cartuja su cumbia neoyorkina. / El Correo

Como diseñados en un laboratorio de música indie, Love of Lesbian llevan años de inexplicable éxito. Entre sus seguidores no hubo acuerdo sobre el nivel de su segunda comparecencia en Territorios. En todo caso si algo aseguran los catalanes es una puesta en escena potente. Sin melodías pegadizas ni quebradizas, bien valieron los decibelios y algunos estimables momentos de pop razonable en el repaso de su álbum La noche eterna.

Se sabía de antemano que la comparecencia de La Mala Rodríguez iba a ganar en poder de convocatoria a cualquier competidor. De ella se dice que con discos como Bruja o Lujo ibérico ha llevado el rap español a una posición de privilegio nunca antes acariciada. Pero en su directo lo acústico se emborrona en exceso. Lo suyo fue un ‘aquí estamos’ fiestero que acabó derivando en un jaleo muy del gusto de sus seguidores en el que la cantante empezó a subir gente al escenario para perrear, primero solo chicas hasta que finalmente se unieron también chicos y hasta un caballo, o al menos un bípedo con una cabeza de equino que la propia artista quiso colocarse.

Mascarón de proa de la escena techno alemana, Sven Väth apostó por una afterhour pletórica de graves y un tono abiertamente minimalista. Música pura (y dura) de pista de baile, sonido sintético e industrial que fue seguido por una notable legión de público que se acomodó al baile sobre césped y con el nada tecnologizado telón de fondo del Monasterio de la Cartuja que contemplaba atónito el desparrame. Solapados con el germano, y con puntualidad británica, la banda de Brooklyn Chicha Libre, saludó al amanecer y sorprendió con el concierto más pulcro de todos, también el único de Territorios que reconectó al festival con lo que fue y nunca debió dejar  de ser. Seis músicos que activaron el resorte del baile con una explosiva mezcla de ritmos latinos –cumbia, cha-cha-cha, festejo peruano– , surf y pop psicodélico inspirada por las músicas de Lima y el Amazonas.

Fogueados en el pequeño y adictivo club neoyorkino Barbes, Chicha Libre emergió de aquel local para colocar dos soberbios discos en el mercado –Sonido amazónico y Canibalismo– y comenzar a girar con una música por completo desconocida en el viejo continente y que se adapta como un guante a todo tipo de arreglos e idiomatismos, ya se cante en español, francés o inglés. Letras mínimas, torrenciales guitarras surferas y percusiones que se toparon con el contrapunto de acordeones y electrónica sesentera (incluyendo el mítico sonar del Farfisa). Una presentación en Territorios de justos 90 minutos en la que homenajearon a grupos como Los Mirlos y Juaneco y su Combo. Deben volver cuanto antes y deberían comenzar a desfilar artistas de la escudería Barbes como Las rubias del Norte y, sobre todo,Chico Trujillo.

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