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Cultura

«Un escritor no puede pertenecer a un bando: te usarán siempre»

El escritor chileno y embajador de su país en Francia regresa a la actualidad con ‘La muerte de Montaigne’ (Tusquets), una “novela conjetural” sobre el autor de los ‘Ensayos’

el 23 mar 2011 / 21:29 h.

Jorge Edwards.
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-¿Qué puede enseñarnos Montaigne hoy?

-Muchas cosas, pero sobre todo que prestemos atención al presente, y no soñemos demasiado con el futuro. Su mensaje es lo contrario del marxismo, donde se vive un infierno de colas cotidianas, carencias, miedo, censura, represión, pero se piensa en el paraíso, en un futuro perfecto. Para Montaigne, los vicios del presente repercuten en el futuro.

-¿Es Montaigne, como aparece en su libro, un precursor del intelectual a la contra?

-Al menos es un intelectual que no se pone nervioso ante el poder, o al menos no aspira al poder.

-Creo que no ha creado mucha escuela. ¿Era su destino inevitable buscarse enemistades?

-Sí, y pocos amigos. ¡Pero buenos amigos! Supe lo que es eso cuando publiqué Persona non grata [el polémico libro sobre su experiencia como embajador en la Cuba castrista] porque me quedé exiliado: Pinochet censuró el libro, pero tampoco le gustó al exilio chileno. Me quedé solo. Pero también pensé que era la situación ideal de cualquier escritor, solo y bien acompañado. Porque estaba con Carlos Barral, Vargas Llosa y unos cuantos más. Si eres escritor de un bando determinado, tienes una cantidad de compromisos que no terminan nunca. Te usan siempre.

-¿Y cómo fue la posición de Montaigne frente a la Iglesia, que acabó metiéndole en el índice de libros prohibidos?

-En efecto, entró, pero tarde, después de su muerte. Tuvo una actitud curiosa: le dice a Enrique de Navarra, que va a ser rey: "Mire, usted tiene que acercarse al centro. Si sigue como hugonote extremo, va a agudizar la guerra civil y va a destruir el país. De modo que hágase católico, pero liberal, moderado". Y eso es lo que hace Enrique IV, quien proclama el Edicto de Nantes, un edicto de libertad religiosa. Cuando uno lo lee, cree que Montaigne es un pagano enormemente ilustrado. Y equilibrado. Admira a Séneca, a Plutarco; no habla nunca de Jesucristo. Es un humanismo anterior al cristianismo. Y ama por encima de todo a Sócrates, porque éste, a diferencia de Platón, no se sometió a la dictadura, y predica como método de conocimiento el escepticismo.

-Un escritor italiano cercano al comunismo, Leonardo Sciascia, leía cada verano los Ensayos, como una costumbre. ¿Qué lectura cree que deberían hacer de Montaigne las izquierdas?

-En Montaigne no hay lecturas de izquierdas ni de derechas. Te obliga a leerlo desde fuera de los partidos. Decirle al rey que se haga católico puede parecer de derechas, pero pedirle que la nobleza no abuse de los impuestos parece más bien de izquierdas. Si lees a Montaigne y después a Marx, éste no te convence. El finalismo de Marx y Hegel es lo contrario de la inmediatez de Montaigne.

-Hablando de su trabajo actual, ¿Son buenos lectores los diplomáticos?

-Los diplomáticos tienen que pasar la vida leyendo expedientes, oficios, telegramas... No hay mucho tiempo para leer. Lo que a mí me pasa es que París me estimula para leer. Se conversa de libros, la crítica generalmente está bien hecha, y sientes el estímulo de leer. A veces estoy agotado en la noche, me quedo dormido leyendo. Lo que más me molesta es que el fin de semana me llegue gente.

-¿Y Sarkozy, se tendrá bien leído a Montaigne?

-Montaigne no le puede hacer mal nadie, así que no creo que le venga mal a Sarkozy leerlo. Pero no me hagas hablar mal del presidente, ¡acuérdate que soy embajador!

-¿Cómo viven en Francia ese estallido revolucionario en una tierra que hace nada era suya?

-Allí no se pudo prever lo que iba a ocurrir, no creo que nadie pudiera. Hay toda una historia moderna en relación con el Norte de África, con su ex imperio colonial. Por ejemplo, uno no puede entender el degaullismo sin entender la liberación de Argelia, Túnez, Marruecos, etc. Yo siento que esos jóvenes que se rebelaron, en el fondo querían ser como los franceses: tener las mismas libertades, el mismo acceso a la educación, etc. No creo que esa rebelión fuera integrista, o religiosa. Fue una rebelión moderna, que se va a seguir manifestando mientras haya televisión, internet, teléfonos móviles, nadie va a pararlo. Es curioso: África ha entrado en Europa, pero Europa, con su cultura, entra en África. ¿Cuál va a ser la síntesis histórica?. No lo sabemos. 

-Otra cosa que nadie podía prever, era que 40 años después de su libro Persona non grata, Fidel Castro seguiría en el poder, y usted seguiría escribiendo en plena forma.

-Hemos sobrevivido los dos. Cuando publiqué el libro, los cubanos oficiales creyeron que yo no lo haría. Y al menos gozo de una salud que para mi edad no está mal [risas]. Creo que Raúl Castro, conociendo sus límites, ha hecho algunos intentos de modernizar la economía. No ha podido ir muy lejos, su hermanito mayor no lo ha dejado. Pero al menos ha hecho pequeños gestos, y es posible que en ausencia de Fidel pueda ir más allá. Qué va a pasar en Cuba, nadie lo puede saber. Cuando cayó el muro de Berlín me preguntaron si iba a caer Fidel, y siempre dije: no soy profeta, pero más bien creo que se va a mantener. El tiempo es el que lo va a matar, como nos va a matar a todos.

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