Local

Un estilo de vida digno de proteger

El Ayuntamiento incluirá cuatro bares y dos comercios de la calle Francos como Patrimonio Etnológico en el Plan especial de protección del entorno de la Catedral

el 10 nov 2012 / 23:13 h.

TAGS:

  • Cuando pase por la puerta del número 38 de la calle Francos no se extrañe si ve a Jesús Spínola trenzando hilos de oro, plata o seda para hacer cordones como los que cierran las túnicas del Gran Poder o componen los bordajes de carruajes de la Casa Real o la Duquesa de Alba. El torno que maneja lleva funcionando en el mismo sitio desde 1904 cuando Francisco Alba fundó la cordonería Alba tras hacerse con un negocio traspasado por 2.000 pesetas de la época, maquinaria incluida. En la esquina de la calle Ximénez de Enciso, cada día turistas y vecinos del barrio de Santa Cruz de toda la vida se mezclan en la barra de maderas nobles de Casa Plácido, que ya estaba ahí, como la azulejería sevillana que cubre las paredes, en la taberna antecesora de principios del siglo XX. Más allá de la fisionomía de ambos locales, que conservan su arquitectura original, ambos son expresión de un modo de vida que el Ayuntamiento busca preservar con su inclusión como patrimonio etnológico en el plan especial de protección del Conjunto Histórico Artístico en el entorno de la Catedral. Una protección que también tendrán Casa Rodríguez, una tienda de pasamanería que lleva 99 años en la calle Francos, y otros tres bares de la zona: Casa Román, Giralda y La Estrella.

     

    Jesús Spínola heredó cordonería Alba de su padrino, Manuel Alba -hijo del fundador-, del que desde pequeño aprendió a manejar, literalmente, los hilos para hacer cíngulos cofrades o bordajes para carruajes, todo "artesanal" con herramientas centenarias. Si antaño las casas palaciegas de Sevilla eran importantes clientes, para la decoración de sus lámparas y cortinas, hoy vive fundamentalmente de los encargos de hermandades de Sevilla, Andalucía y toda España y de los propietarios de carruajes, pero también abre nuevas puertas: en la última edición de la Madrid Fashion Week, el diseñador vasco Roberto Etxeberría incluyó en su colección un chaleco de cordones hecho en esta casa.

    Para Spínola la inclusión en el patrimonio etnológico es "merecida porque son muchos años de trabajo para Sevilla y el resto de España y merece la pena que se mantenga un negocio artesanal como éste". Otra cosa es si el futuro está garantizado, no tanto por su rentabilidad como por la continuidad de la saga familiar. "Yo tengo una hija pequeña y no sé si seguirá. Esto no se aprende en ninguna escuela sino a base de años y te tiene que gustar, tener paciencia y calma, porque son muchos detalles, muy trabajoso, todo es a mano porque a la calidad de lo artesano nunca se va a llegar con lo mecánico"

    Tampoco Concepción Rodríguez y su marido, Javier, saben si a su único hijo, periodista de formación, le acabará tirando el negocio de pasamanería que fundó, en 1913, el abuelo de Concepción, Eduardo Rodríguez del Real: Casa Rodríguez, justo frente a la Cordonería Alba, cuyos responsables, tras tantos años de vecinos, son más amigos que competencia. Javier afirma que "mientras haya Semana Santa habrá negocio", pues son las cofradías sus principales clientes, aunque ahora con la crisis "tienen poco dinero". Muchos de los palios que procesionan en Sevilla deben sus flecos a las manos de Javier y Concepción, a los que les encanta viajar y "visitar los palacios para ver la pasamanería que hay por Europa". También muchos curas acuden a comprar telas bordadas para sus casullas.

    En Casa Rodríguez el hilo de oro y plata se vende al peso -con una balanza tradicional, nada digital-, y los flecos y cordones se hacen a mano con el apoyo de telares y rizadoras que tienen que encargar a carpinteros especializados cuando hay que renovarlos, porque no se venden ya. Eso sí, tienen web y por internet reciben encargos de hermandades de Miami o Colombia. Aunque Concepción y Javier tampoco tienen claro "qué beneficios puede traer" la inclusión en el patrimonio etnológico, defienden el reconocimiento a un "negocio con solera". "Somos poquitos los que llevamos tantos años con este negocio y en esta calle, que es la calle comercial más antigua de Sevilla", presumen.

    No muy lejos de ella, pasada la Catedral, se encuentran los cuatro bares también afectados. Luis Sánchez dirige Casa Plácido, un local que frecuentaba ya su padre como cliente cuando se mudó al barrio, allá por 1920, cuando era conocida como Casa Alfonso, por el veterano encargado que el anterior dueño, José María Asprón, tenía al frente. "El edificio es una casa de finales del XVIII y yo creo que ya desde principios del XIX debió de funcionar como taberna", explica Sánchez, que se hizo con el local en 1990. También regenta el cercano bar Las Teresas y es al fundador de éste, Plácido Sánchez, su padre, a quien debe su actual nombre.

    Barra, azulejos y puertas permanecen inalterables desde principios del siglo pasado y de sus paredes cuelgan carteles originales como el que anuncia las corridas de toros de Jerez de 1928 o el de la Feria de Córdoba de 1937 pintado al óleo. Sánchez defiende que "es un error pensar en Santa Cruz como un barrio de guiris. Evidentemente hay turismo pero tenemos una importante clientela del barrio, aquí viene cada día la misma gente a encontrarse con amigos". Es ese ambiente "acogedor de taberna antigua" el que se busca preservar.

    Y amigo de Luis es Antonio Castro, propietario de Casa Román, en la Plaza de los Venerables, y socio de Cervecería Giralda (Mateos Gago)y el Bar La Estrella (Estrella). Sus vidas guardan grandes paralelismos. En ambos casos, sus padres emigraron de tierras salmantinas para trabajar "despachando" en los antiguos colmados y cuando hicieron un dinero montaron sus propios negocios, "tiendas de ultramarinos con despacho de vino" donde con el tiempo la barra fue comiendo terreno al comercio, explica Castro, hijo del Román que se hizo con el local de Los Venerables, que ya funcionaba desde 1868, en 1934 y donde se despacharon "desde hilos a garbanzos" hasta 1985. "Yo he visto a mi padre cortar jamón y con el mismo cuchillo metros de cinta blanca que vendía".

    Como Casa Plácido, "éste es un bar de parroquianos, aquí vienen los asiduos, sevillanos que viven en el barrio". Además del negocio heredado de su padre, Antonio es desde 2007 socio del bar Giralda, "una de los primeras cervecerías" de la ciudad, fundada en 1939 también por José María Asprón "más elegante que las tabernas de vino, con sillas y mesas y los camareros con uniforme en vez de babis" en un edificio protegido que aún conserva las bóvedas sobre pechina de los antiguos baños almohades. Poco antes, en 1934, Francisco Sánchez había fundado La Estrella junto a una lechería y donde su hijo, al hacerse con el negocio en los años 70, "inventó la pizarra con las tapas, que se iban tachando conforme se acababan". Francisco Sánchez hijo también heredó la Cervecería Giralda porque Asprón era su padrino y no tenía hijos.

    Si por Giralda han pasado todos los visitantes ilustres de la ciudad, desde políticos a artistas, y en Casa Román hicieron tertulia literaria en los 50 Romero Murube, Rodríguez Buzón y Collantes de Terán, La Estrella, por su cercanía a la antigua academia IFAR, siempre tuvo un ambiente "más progresista, de estudiantes" por el que pasaron toda la generación de políticos sevillanos actuales. Antonio tampoco sabe qué supondrá eso de patrimonio etnológico pero alerta a los responsables públicos del esfuerzo que supone mantener estos establecimientos y pide "apoyo, no dinero, por ejemplo, que se organicen rutas etnológicas".

    • 1