En días como ayer queda demostrado que polémicas como la de la investigación con células madre procedentes de embriones humanos terminan superadas por la realidad de los hechos. La sangre del niño que nació gracias a una selección genética que le permitía no recibir una enfermedad hereditaria ha servido, además, para curar a su hermano de siete años, Andrés, que sufría una anemia congénita que le obligaba a continuas transfusiones de sangre y le daba una esperanza de vida de 35 años. El trasplante en el Virgen del Rocío ha sido posible gracias a la implantación de un embrión seleccionado genéticamente y ha permitido crear una vida y sanar otra. La Iglesia y sectores conservadores se han opuesto a este tratamiento por entender que un embrión es una vida humana. ¿Ahora también se opondrán igual después de ver el éxito cosechado? ¿Valen acaso sus reticencias la vida de un niño de siete años?
