Cultura

Un fraternal duelo de titanes

El toro y la vaca. Son las figuras que inspiran esta obra, que hunde sus raíces en la cultura popular andaluza e india con una libertad creativa que solo pueden permitirse los artistas magnánimos.

el 28 feb 2015 / 20:46 h.

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Torobaka ***** Lugar: Teatro Central 27 de febrero. Creación y coreografía: Israel Galván, Akram Khan. Interpretación: Israel Galván, Akram Khan Bobote, David Azurza, Christine Leboutte, BC Manjunat. El toro y la vaca. Son las figuras que inspiran esta obra, que hunde sus raíces en la cultura popular andaluza e india con una libertad creativa que solo pueden permitirse los artistas magnánimos. La primera está representada por el flamenco y el toro, que adquiere aquí una fuerza simbólica reforzada con las canciones populares lorquianas. La segunda viene de la mano del kathak, una danza cuyo ritmo casa con el flamenco. No en vano, aunque rebasara sus orígenes, el flamenco nació del folclore, tiene una base musical oriental y posee una impactante carga ritual. Todo ello se ve reflejado en este espectáculo, que más que como una suerte de fusión se conforma como un hermoso diálogo dancístico que se dirige al ámbito de lo sagrado. Imbuido en su papel de vaca, Israel construye un solo de danza repleto de visceralidad que conecta con nuestras emociones más recónditas. Para ello despliega un sinfín de gestos cotidianos, contenidos en algunos momentos, aunque hiperbólicos en otros. Les imprime un ritmo vertiginoso, aunque sumamente preciso, y de pronto se para, describiendo una estampa tan cómica como gloriosa. Sus pies desnudos se ajustan al compás con una precisión casi matemática, y fiel a su estilo descompone la forma para volver a componerla con un virtuosismo imposible, casi mágico. Y por si esto fuera poco funde su voz con la impresionante envoltura musical que le prestan David Azurza, Christine Leboutte, BC Manjunat y Bobote, el maestro de las palmas. Por su parte Akram Khan exprime toda la carga ritual y mística del kathak con su solo. Acuciado por Bobote, cuya versatilidad nunca dejará de sorprendernos, el bailarín indio despliega la lucha del toro en el ruedo. Su ritmo es frenético y su danza es tan dúctil como enérgica. Se cuerpo se retuerce buscando la tierra, hasta elevarse en actitud desafiante. Juega con el tiempo, para una y otra vez en seco el vértigo de sus movimientos y nos deja clavadas en la retina un sinfín de figuras sinuosas que no están exentas de humor, sobre todo al principio, cuando sale a escena con las botas en las manos. Pero el espectáculo no se queda ahí. También nos brinda dos impactantes números de pareja. Es un duelo de titanes, aunque más que enfrentarse estos dos monstruos del baile se hermanan, desplegando toda una gama de imágenes hermosas y sensuales que trascienden el movimiento.

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