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Un frío imperdonable

En una cadena de televisión americana, un presentador con un pequeño grupo de invitados se entrega a una frenética competición de descalificaciones. Unos individuos muy conocidos por sus teatrales actuaciones mediáticas, protagonizadas por exageradas acusaciones contra el despilfarro del gobierno...

el 15 sep 2009 / 02:17 h.

En una cadena de televisión americana, un presentador con un pequeño grupo de invitados se entrega a una frenética competición de descalificaciones. Unos individuos muy conocidos por sus teatrales actuaciones mediáticas, protagonizadas por exageradas acusaciones contra el despilfarro del gobierno, los impuestos, la educación pública, la sanidad gratuita, el intervencionismo de los políticos en la economía y en las empresas. Unos verdaderos profesionales en la conversión de cualquier coyuntura en dardos envenenados contra cualquier iniciativa o personaje público de apariencia progresista. El gigantesco coste de la guerra de Irak, humano y económico, lo resuelven con un simple gesto de autoridad, apelando a la justicia de la causa y obviando los daños. La unánime y contradictoria apelación al Estado para resolver las últimas crisis bancarias, la digieren con forzada naturalidad, tragándose la solución keynesiana y aplaudiendo el consabido coste para los contribuyentes. Pasar, en menos de cinco años, de 25 dólares por barril de petróleo a más de 100, lo despachan con confusas e interesadas interpretaciones geoestratégicas.

Una de las últimas víctimas de sus feroces ataques es Joe Kennedy, hijo de Bobby y ahijado del presidente JFK. Su inexcusable traición ha sido el acuerdo de Citizens Energy Corp., una entidad sin ánimo de lucro que preside, creada para ayudar a familias que no pueden costear la factura del gas o la electricidad, con el demonio izquierdista Hugo Chávez. Un convenio por el que Venezuela va a suministrar gasoil de calefacción a más de 250.000 familias norteamericanas, a un precio inferior al de mercado. Joe Kennedy ha relatado que después de escribir personalmente a todas las compañías energéticas y a todos los gobiernos que pertenecen a la OPEP, pidiéndoles un acuerdo similar, la única respuesta vino de este dirigente latinoamericano. Una traición a la patria, por supuesto no comparable, según estos energúmenos ultraconservadores, con la venta por parte de Venezuela a Norteamérica del 10% del petróleo que consume, naturalmente a precio de mercado.

Ciertamente, Hugo Chávez es un líder de gastada retórica revolucionaria, dirigente de una democracia con graves problemas internos. Pero ha demostrado ser capaz de distinguir entre un gobierno hostil, que no duda en gastar 12.000 millones de dólares mensuales en Irak, y los miles de norteamericanos cuyo problema urgente es quitarse el frío. Un gesto explicable por una motivación humanitaria real o por simple cálculo de oportunismo político. Aun así, el propio Kennedy ha preguntado en voz alta, si es más enemigo Chávez, ese político que cita a Jefferson o a Lincoln en sus discursos, que Arabia Saudí, ese país "amigo" donde a una mujer que ha sido violada se le arresta y se le condena a 200 latigazos. Un Kennedy que ha recordado que por vanas luchas ideológicas, los pobres, sobre todo los ancianos, padecen graves problemas de los que nadie se ocupa, de los que nadie se acuerda.

Abogado

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