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Un genio sin igual

el 09 jun 2011 / 15:00 h.

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  • Si bien allá por diciembre del pasado 2010 dedicábamos un artículo como éste que ustedes están comenzando a leer a la figura de Will Eisner, no deja de ser igual de cierto que tal aproximación era, como poco, incompleta, ya que centraba su atención de forma exclusiva en la labor del mítico artista norteamericano al frente de Spirit nombrando, casi de pasada, la importancia capital que Eisner tuvo en el necesario proceso de maduración sin el que el cómic no sería hoy lo que es. Entonces, dejábamos al autor allá por 1948, cuando sus aventuras en Spirit habían llegado a un punto en el que cada una era mejor que la anterior. De recibo es pues que continuemos a partir de ahí.

    Viendo como el alter ego de Danny Colt saciaba cada vez menos sus ansias de exploración de las fronteras del medio, Eisner abandonaría definitivamente al personaje en 1952 para centralizar toda su atención en la labor que desarrollaría la American Visuals Corporatio, una empresa fundada por él en 1948 dedicada a la producción de material didáctico para el gobierno y agencias relacionadas. Centrado totalmente en ella durante casi dos décadas, en las que produciría uno de sus más longevos y desconocidos títulos de forma exclusiva para el ejército norteamericano (PS, the Preventinve Maintenance Monthly), no sería hasta 1970, con motivo de la reedición holandesa de Spirit, que el autor volvería fijar sus miras en el medio que le había visto hacía ya más de tres décadas.

    1978 es el año elegido por Eisner para lanzar Contrato con Dios y, como se suele decir, nada volverá a ser lo mismo. A caballo entre la novela tradicional ilustrada y el cómic clásico con largos textos de apoyo, Eisner pare lo que desde entonces vendrá a llamarse Novela Gráfica, un término acuñado por él y en el que muchos han querido ver el primer paso en el salto de la juventud a la madurez del noveno arte.
    Rompiendo barreras que hasta entonces parecían inamovibles, Eisner centra su narración en temas adultos realistas (como ya hacían por aquél entonces también los pioneros del movimiento underground), diluye los esquemas clásicos visuales (la ausencia de la viñeta propiamente dicha es asombrosa) y se apoya sobremanera en el uso de la tipografía para construir el que será su primer peldaño en una larga y fértil escalera de títulos del que Vida en otro planeta servirá como inmediata continuación.

    Inédito hasta la fecha en nuestro país, Vida en otro planeta es un ejemplo soberbio de lo que el maestro era capaz de concretar sentado a su tablero. En casi 150 páginas, Eisner vivisecciona a la raza humana desde muchos ángulos que antes nunca se habrían asociado a un medio tan "popular" como el tebeo. Utilizando como MacGuffin una señal llegada del espacio exterior en la que muchos quieren ver la confirmación de la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra, Eisner hilvana una historia que, como si de una Hoguera de las vanidades de ciencia-ficción se tratara, va presentando a todo un microuniverso de personajes de toda índole a través de cuya singular interacción no trata de demostrar la posibilidad de inteligencia en un planeta lejano, sino la total carencia de ella en el nuestro.
    Y todo ello lo hace con una exquisitez visual que, en el denodado intento de inventar cuantos más recursos mejor, escapa de toda posible acotación que quiera hacérsele para enmarcarse, sin atisbo de duda, en un término que le va como anillo al dedo, el de Magistral.

    Edita Norma en un libro cartoné de 144 páginas por 16 euros.

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