Por segunda vez desde que empezó el brote de gripe A la pasada primavera, la Organización Mundial de la Salud ha hecho saltar las alarmas injustificadamente para acto seguido rectificar sus planteamientos. La primera vez, cuando los casos de la nueva gripe saltaron de México a EEUU y a Europa, poco menos que avisó de que la humanidad se encontraba amenazada de exterminio por este virus imprevisible. Días después, y a la vista de la psicosis social generada y sus consecuencias políticas y económicas, bajó repentinamente el tono de su discurso y corrigió las previsiones: la nueva gripe se extiende sin posible control por todo el mundo, pero sus síntomas serán leves en la mayoría de los casos, similares a los de la gripe común. Y hasta el momento ha sido así, aunque haya que mantener activas todas las alertas.
Ayer, de nuevo volvió a generarse gran inquietud al advertir la OMS que los países que planean administrar rápidamente la vacuna a sus habitantes tendrán que mantener una intensa vigilancia ante los efectos secundarios adversos que pudiera tener, dado que para poder disponer de la vacuna por la vía de urgencia habrá que suspender algunos ensayos clínicos. Sólo unas horas más tarde, ante la avalancha de informaciones sobre los efectos adversos que la vacuna podría tener sobre los primeros individuos inoculados, sobre todo en grupos vulnerables, un portavoz de la OMS se apresuró a garantizar que las primeras vacunas podrán ser aprobadas por los organismos reguladores en septiembre y que serán seguras, con lo cual tal vez consideren neutralizada la desconfianza y el miedo con las que el mundo aguarda la llegada del otoño que se avecina. Sólo cabe confiar, ante el temor y la confusión provocados hasta ahora, en que llegado el momento de la crisis sanitaria que profetiza, el organismo internacional sea capaz de cumplir su misión de gestionar, controlar e informar de esta inquietante pandemia.
