Cultura

Un libro recoge la tradición flamenca de las gañanías

Flamenco de Gañanía es el libro de Estela Zatania, editado por Ediciones Giralda, en el que se indaga sobre el origen y la evolución del flamenco de los cortijos históricos del bajo Guadalquivir. La autora, que presentó ayer la obra en la Bienal de Flamenco, destacó que nunca antes se había abordado este asunto en un libro.

el 15 sep 2009 / 16:10 h.

Flamenco de Gañanía es el libro de Estela Zatania, editado por Ediciones Giralda, en el que se indaga sobre el origen y la evolución del flamenco de los cortijos históricos del bajo Guadalquivir.

La autora, que presentó ayer la obra en la Bienal de Flamenco, destacó que nunca antes se había abordado este asunto en un libro. Su investigación aborda los cantes y manifestaciones flamencas que surgieron, entre 1940 y 1975, en las viviendas colectivas o "gañanías", donde vivían los agricultores que trabajaban la tierra en aquella época a sus señores y que cada noche se reunían en torno a un fuego para cantar y bailar.

A la autora le pareció "algo entrañable , ya que la gente, a pesar de vivir en condiciones extremas, sacaba energía para disfrutar de este arte, que se heredó gracias a la tradición oral".

A través de las páginas de este libro, Zatania adentra al lector en la época de los cortijos históricos del bajo Guadalquivir, gracias a una ardua tarea de documentación. Un trabajo duro de campo, que ha consistido en entrevistar a los pocos protagonistas que todavía recuerdan aquellos momentos de sus vidas.

El libro ofrece una visita privilegiada a un ambiente flamenco poco conocido que dejó de existir hace pocas décadas.

Esta investigación recuerda cómo el cante y el baile al compás de los palos tradicionales se practicaban como herencia familiar en la intimidad de la familia o barrio. La extrema pobreza que reinó en España después de la Guerra Civil, impulsó a cientos de familias enteras a buscar el pan de cada día en los cortijos de la campiña. Flamencos de Gañanía cuenta la historia de este fenómeno como fue vivido en la campiña de Jerez, Lebrija y Utrera, el eje del llamado "triángulo de cante", cuando las personas más relevantes para el arte jondo compartieron interminables meses y años en viviendas colectivas infrahumanas, las gañanías, donde la diversión fue el flamenco.

Esa campiña salpicada de gañanías donde pasaban sus escasas horas de descanso los verdaderos artífices del progreso y desarrollo de estas tierras en la actualidad. Payos y gitanos convivieron en distintos grados de integración trabajando en las explotaciones agrarias de las familias pudientes, sin más consuelo que el habitar todos juntos en grandes habitaciones después de larguísimas jornadas de trabajo. Estos peones, al llegar la noche, organizaban verdaderas fiestas flamencas, pies ni había televisión, ni radio, ni siquiera luz, y su felicidad se nutría de estos encuentros festeros en lugares tan emblemáticos como la Zangarriana, La Torre, La Mariscala, Espartinas o Monterrey.

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