Un mes después del comienzo de las inundaciones en Pakistán, la catástrofe sigue agravándose cada día. Un nuevo desbordamiento de las aguas del río Indo, en el sur del país, obligó ayer a desalojar a un millón de personas.
Esta última catástrofe tuvo lugar en la provincia suroriental de Sindh, donde las presas y muros de protección fueron incapaces de contener el enorme caudal de agua que lleva el río Indo. "Un desastre que ya es colosal está volviéndose todavía peor, por lo que se necesita una respuesta aún más colosal. La magnitud de esta crisis está alcanzando niveles que van más allá incluso de los temores iniciales", advirtió la ONU en un comunicado. En este sentido, las autoridades alertaron de la necesidad de seguir evacuando a la población de las áreas más vulnerables, al tiempo que los organismos humanitarios instaron a la comunidad internacional a impulsar el ritmo en las donaciones, que se ha vuelto a ralentizar. En los últimos días "no se ha recaudado nada", denunció Maurizio Giuliano, portavoz de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
Asimismo, las inundaciones que asolan el país desde hace un mes, que han anegado un 20% del total del territorio paquistaní, han dejado ya 1.600 muertos y casi 20 millones de afectados. Otra terrible consecuencia de esta situación es que la malnutrición infantil y las enfermedades entre los damnificados se han disparado. Ya son más de 430.000 los casos registrados de diarrea, así como 609.000 enfermos de infecciones cutáneas y 71.400 afectados por malaria.
Ante este panorama, una fuente de los servicios secretos paquistaníes (ISI) admitió que la estrategia de Pakistán en la lucha contra el terrorismo podría verse muy afectada. Igualmente, muchos analistas creen que la crisis está permitiendo a los integristas reorganizarse. Desde Washington se sostiene que los talibanes planean atentar contra los trabajadores de las organizaciones humanitarias.
