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Un mundo honrado

La suerte tiene un alto componente de casualidad, aunque en determinados aspectos sea necesaria la coincidencia con la máxima de Picasso sobre la inspiración, te tiene que pillar trabajando. En esas estaba cuando llegó la noticia de concesión del premio María Zambrano a don Emilio LLedó...

el 15 sep 2009 / 17:12 h.

La suerte tiene un alto componente de casualidad, aunque en determinados aspectos sea necesaria la coincidencia con la máxima de Picasso sobre la inspiración, te tiene que pillar trabajando. En esas estaba cuando llegó la noticia de concesión del premio María Zambrano a don Emilio LLedó por su aportación a la cultura andaluza, una suerte para los andaluces porque nos prestigiamos con la universalidad de su abundante y sabia obra; pero además, la causalidad engarza porque repasaba su Elogio de la infelicidad con la pretensión de liberarme de tantísimas opiniones sobre "la crisis" sin que nadie de una explicación lógica ni responda a preguntas de interés general como la referida al lugar donde se encuentra el dinero manejado con tanta soltura en el período anterior. Donde seguro que no está es en la casa de los simples beneficiados del estado del bienestar, que es donde apuntan las culpas los desvergonzados del neoliberalismo.

Todavía no existen estadísticas sobre las veces que oímos cada día la palabra "crisis" y, casi siempre, en el tono bobo con el que alguien te advierte que deberías haber ido al dentista cuando estás buscando consuelo por el dolor de muelas. La relectura del Elogio de la infelicidad pretendía salir de ese agobio, ir contra la invasión del pesimismo, y ya, en la primera página, aparece una satisfacción al propósito: "No fue grande la sorpresa cuando, hace muchos años, estudiando la literatura griega, descubrí que la felicidad se alimentaba de bienes materiales, por así decir, y que ser feliz era, en el fondo 'tener más', tener tierras, casas, esclavos, ánforas, vestidos". O sea, que esta crisis no aporta novedades ni en la crítica de Emilio Botín sobre los beneficios de los banqueros y ejecutivos que creían que todo el monte era orégano y, a toro pasado, aparecen "arrepentidos" de su contribución al lío.

Un salto normal de la filosofía a la literatura sirve para recordar a Hamlet cuando pregunta a Rosenkrantz sobre qué noticias hay. "Ninguna, señor, salvo que el mundo se está volviendo honrado". ¡Ay, qué suerte tendríamos si la respuesta no fuera una casualidad literaria!

Periodista

daditrevi@hotmail.com

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