Una semana más hay que digerir las consecuencias de las reuniones, realizadas y por realizar, de los dirigentes del mundo, mal llamado occidental, en crisis. Desde EEUU, pasando por la mini cumbre europea y hasta en España hay una especie de acuerdo tácito de que los intereses particulares, partidistas o territoriales son enemigos de la eficacia. O lo que es lo mismo, hay coincidencia este caso sí merece unidad y que nos tocará a todos y todas sacar estas castañas del fuego. Pero esta semana hay algo nuevo. Cuando la comunidad internacional se ocupa de socorrer a bancos o a otros amos el dinero, codiciosos y poco previsores, los sindicatos se movilizarán mañana en todo el planeta. La Confederación Sindical Internacional ha convocado una Jornada Mundial por el Trabajo Decente. CCOO y UGT, que secundan el llamamiento, ofrecerán a empresarios y gobiernos sus ideas para lograrlo, con contratos y salarios dignos, derechos sociales y sindicales, y sin siniestralidad ni precariedad. Es un buen momento para que se lo expliquen a los trabajadores, porque la crisis amenaza más los derechos laborales ya deteriorados por años de mercados sin reglas. El sindicalismo también está a prueba en estos extraños momentos y sus propuestas y capacidad de movilización harán que sea un contrapoder necesario o en extinción.
En la Tierra hay más de 12 millones de personas que trabajan en condiciones de esclavitud y la situación se agrava para las mujeres. Como demuestran los datos, en cualquier parte, con mayor o menor progreso o miseria, las mujeres padecen discriminación por lo que su situación es doblemente indecente. A este respecto, conviene recordar que, según el Vicepresidente andaluz, José Antonio Griñán, convencido feminista, está demostrado que las mujeres son más rentables para las empresas. Mañana hay que recordar que esa discriminación no responde a datos objetivos y que la resistencia en el poder del machismo más rancio perjudica a la sociedad en su conjunto. Por ello, la igualdad no es una reivindicación más, su presencia, en todo acuerdo, certifica o descalifica su decencia.
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