Estuve visitando el museo de la fábrica de cerámica de La Cartuja de Sevilla, en Santiponce. Con los pocos metros cuadrados que se tiene allí para tal fin, sólo es posible aprovechar el 10 por ciento de las existencias que poseen. Y no me refiero a cualquier colección de vajillas, sin más ni más, sino a lo que esa fábrica ha puesto en el mercado a lo largo de sus 166 años de historia.
Hay verdaderas obras de arte, desde la primera plancha de cobre sobre la que se trabajó, hasta lo que se regaló a los Reyes de España con motivo de la Exposición Universal de 1.992. Cierto es que, en Sevilla, tenemos suficiente riqueza patrimonial para atraer turistas, pero convencido estoy de que un museo montado por todo lo alto, y con esas piezas únicas, significaría un verdadero reclamo más para que los turistas tuvieran nuevas propuestas.
Quizás su lugar natural sería el Monasterio de Santa María de las Cuevas, por razones obvias, pero si no puede ser, habrá otro emplazamiento. Esta ciudad es muy grande.
