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Un paseo

El pasado domingo, haciendo novillos de mis tareas políticas, de Gobierno e institucionales, decidí dar un largo paseo por Sevilla. Reconozco que no lo hago a menudo y también reconozco autocríticamente que, desde luego, es un error. Mas aún después de vivir...

el 16 sep 2009 / 00:32 h.

El pasado domingo, haciendo novillos de mis tareas políticas, de Gobierno e institucionales, decidí dar un largo paseo por Sevilla. Reconozco que no lo hago a menudo y también reconozco autocríticamente que, desde luego, es un error. Mas aún después de vivir en primera persona lo "guapa" que luce nuestra ciudad. Anduve parsimoniosamente un tiempo, sin prisas por el barrio de Santa Cruz, el Patio de Banderas, la Plaza Virgen de los Reyes, la Avenida de la Constitución, el Muelle de la Sal, el de Nueva York -que apunta a ser una maravilla-, la Puerta de Jerez, San Gregorio, Jardines de Murillo, La Florida, Prado de San Sebastián,... me crucé con cientos de sevillanos y sevillanas, foráneos (españoles y extranjeros) que circulaban andando o en bicicleta, familias enteras, parejas, jóvenes, mayores, muchos compartiendo conversaciones y tentempié en los cientos de veladores que hacen las veces de hospedería del transeúnte. ¡Qué alegría, qué satisfacción, ver el uso que los ciudadanos hacen de la transformación urbana del casco histórico de Sevilla para todos y todas, sean o no residentes del mismo!

Esos niños y niñas con sus liliputienses bicicletas detrás de sus padres, esos mayores sentados en los bancos del río contemplando la calle Betis en la otra orilla, otros tendidos en el césped leyendo... La ciudad recuperada para la gente, la ciudad viva y entendida como espacio para la ciudadanía. Cúan lejos parecía en el tiempo aquel casco histórico gris, mortecino, antipático y cerrado a la socialización de su disfrute y sin embargo no hace tanto tiempo, poco más de unos meses, que era imposible para la mayoría y sólo vivido por aquellos que siempre levantaron murallas -reales o ficticias- para aislarse física o psicológicamente de la mayoría social. Siempre hubo diferencias, nos dicen, a modo de alicorto y egoísta discurso. Mientras caminaba y observaba a la gente gozando de su conquista, pensaba que, sin embargo, hay gente que no sólo niega esta evidencia como tantas otras sino que nos quieren hacer ver una ciudad caótica, imposible, ingobernada, hundida en el conflicto urbano, confrontada por la intermodalidad (peatón, bici, transporte urbano) y vacía, vacía de la gente que la habita.

Y pensaba y pienso que nunca como ahora es tan evidente el divorcio entre esa caverna, oscura, insatisfecha, resentida que dibuja una desgraciada ciudad que sólo existe en sus calenturientas mentes y sus círculos y esa otra real, dinámica, viva, libre, que escriben los ciudadanos y ciudadanas todos los días ocupando y consolidando los espacios de convivencia que se han abierto en nuestra ciudad. Y pensaba y pienso que, espero que entre todos podamos hacer irreversible lo logrado a pesar de los agoreros y pregoneros del Apocalipsis que nos anuncian sin desmayo, plagas sin fin hasta... que ellos nos salven.

Antonio Rodrigo Torrijos es Primer Teniente de Alcalde

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