Cultura

Un pretendiente al trono

Diego Ventura abrió de par en par la Puerta del Príncipe en el primer festejo de rejones programado en la Feria. Junto a él, Fermín Bohórquez y Pablo Hermoso de Mendoza que no tuvieron igual suerte. Foto: EFE.

el 15 sep 2009 / 02:29 h.

Por disposición y absoluta entrega, buena monta, una controlada espectacularidad e inmediata y sincera conexión con el público que casi cuelga el no hay billetes en el primer festejo de rejones programado en la Feria, Diego Ventura abrió de par en par la primera Puerta del Príncipe del abono sevillano después de cuajar una completa actuación en la que no dejó ni un segundo al desailento; en la que aprovechó hasta el último resquicio que le dejaron sus dos toros para demostrar que quiere convertirse en el próximo número uno del rejoneo.

Todo ello sucedió, además, en las mismas barbas del gran emperador del rejoneo, ese jinete navarro llamado Pablo Hermoso de Mendoza que ya hace algunos lustros pusó patas arriba y elevó a la cumbre -acercándolo hasta el toreo a pie- a este arte que en sus manos ha alcanzado su máxima diimensión muy alejado, además, de los deudos tradicionales de Jerez y Portugal donde siempre se cocinaron los principales avances del rejoneo.

Por ello, la entusiasta actuación de Diego Ventura, ese joven portugués injertado en la marisma de la Puebla del Río tiene doble mérito y doble lectura que no es otra que la firme y decidida pretensión de convertirse en el nuevo rey del rejoneo. Ventura lo había tenido claro desde que, nada más salir el tercer toro de la tarde supo hacerse con él para torearlo con guapeza a la grupa. El nuevo pretendiente al trono, además, supo administrar esta vez esos excesos gestuales cercanos al histrionismo sin restar ni un ápice de juvenil frescura a su gran actuación.

Llevó siempre al toro cosido al pellejo del caballo, tiró de repertorio con ese sombrerazo que ya se ha convertido en firma de la casa y puso al público en pie con una sensacional banderilla que inició citando con la montura andando para atrás, desde los medios hasta las tablas, para rematar con tres piruetas en la cara que metieron al público definitivamente en la canasta. Tuvo que retirar, con un visible puntazo, al caballo Manzanares pero la fiesta no decayó y volvió a levantar a un clamor dejando llegar al toro siempre, arriesgando en todos los terrenos en todas las suertes. Le formó un lío en los desplantes finales y aunque el segundo trofeo se pidió con tibias fuerzas, la presidenta Ana Isabel Moreno -que ayer se estrenaba como titular con el nuevo asesor, el gran banderillero Curro Puya- no estimó conveniente atender esta petición. Pero lo mejor no había llegado.

Inasequible al desaliento, Ventura salió a comerse el mundo y al sexto, al que recibió en la mismísima puerta de chiqueros con el marsellés en la mano. Se distrajo algo el toro, pero no importó. El nuevo centauro de la Puebla del Río sólo colocó un rejón de castigo y guardó toda la artillería para una lidia trepidante que se basó en las cabalgadas a dos pistas, consintiendo siempre al toro para coser una ovación tras otra en un clamor continuado que tuvo sus cumbres en un palo de poder a poder y en otro, citando muy en corto. Le formó un gazpacho con las cortas y después de matar con prontitud, sin solución de continuidad, llegaban a sus manos las preceptivas dos orejas que le abrían de par en par la puerta más ansiada.

No tuvo excesiva suerte con su lote esta vez Pablo Hermoso de Mendoza, que se tuvo que conformar con dejar escrita en el amplio ruedo de la Real Maestranza una completa y magistral lección de buen rejoneo. Manseó mucho y se emplazó a su primero, al que tuvo que llegar siempre a la cara para batir al pitón contrario en una faena sorda que fue muy valorada por esos grandes aficionados camperos que en días como ayer pueblan los tendidos de la plaza. Sin querer irse de vacio, arriesgó hasta la temeridad con el quinto pero las condiciones del toro hicieron imposible un gran triunfo.

Sí se quitó una espinita un animoso Fermín Bohórquez, que le cortó una oreja al cuarto por una muy entonada faena al que le ganó la partida en el cuarteo en los medios antes de poner su guinda particular con los celebrados pares a dos manos. La muerte, fulminante y espectacular terminó de remachar el triunfo. Con el primero hubo menos opciones.

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