Cultura

Un reparto irregular

Crítica de teatro. Otelo, por la compañía Noviembre Teatro. En el Teatro Lope de Vega. * * *

el 07 feb 2014 / 22:27 h.

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  • Lugar: Teatro Lope de Vega, del 6 al 9 de febrero
  • Obra: Otelo
  • Compañía: Noviembre Teatro
  • Autor: Shakespeare
  • Dirección: Eduardo Vasco
  • Versión: Yolanda Pallín
  • Pianista: Ángel Galán
  • Intérpretes: Arturo Querejeta, Héctor Carballo, José Ramón Iglesias, Daniel Albadalejo, Fernando Sendino, Francisco Rojas, Cristina Adua, Isabel Rodes, Ángel Galán
  • Calificación: Tres estrellas
  De todos es sabido que los celos son el tema principal de Otelo. No obstante con esta obra, además del tormento de los celos, Shakespeare denuncia también el racismo y la xenofobia que albergaban las clases dominantes de su época, así como el grado de perversión que puede alcanzar un ser humano, movido por la envidia que, al fin y al cabo, no es más que una expresión diferente de los celos. Esta nueva versión incide precisamente en esto último, situando en un mismo plano a Otelo, el moro celoso y a Yago, el siervo que movido por la envidia manipula a su señor hasta convertirlo en un monstruo asesino. Así, podría decirse que este montaje aporta una nueva visión al focalizar el conflicto en los mecanismos de manipulación y la violencia que encierran. En ese sentido la obra adquiere una cierta dimensión de actualidad, aunque por desgracia en nuestra época la manipulación no suele derivar en tragedia y los manipuladores, por lo general, no acaban siendo castigados. Como es habitual en esta compañía, la puesta en escena gira en torno al texto y a su interpretación, que se decanta por el naturalismo hasta el punto de renunciar al verso. No obstante, el espacio escénico se sirve de unos elementos formales contemporáneos con una escenografía conceptual, un espacio sonoro en el que prima la música incidental del piano que Ángel Galán interpreta en directo con maestría, y el vestuario de Lorenzo Caprile, que otorga un carácter intemporal a la historia aun apuntando claramente a épocas pasadas. Por otra parte, Eduardo Vasco imprime un ritmo fluido perfilando una composición escénica en la que prima el dinamismo y la trasgresión de los límites del escenario. La historia nos atrapa a partir de la segunda escena, cuando el personaje de Yago convierte al público en cómplice de su perversos tejemanejes. En ese sentido cabe destacar la soberbia interpretación de Arturo Querejeta quien borda su papel colmándolo de matices expresivos. De la misma manera Daniel Albadalejo transmite con maestría las emociones de su personaje. Lástima que el resto de los personajes no acaben de darle la réplica que se merecen, mermando con ello el caudal emotivo del relato.  

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