Por Jorge Losada (Madrid) El Rey Felipe VI ha mantenido un primer despacho de algo más de una hora con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Palacio de la Zarzuela. La reunión se ha celebrado en el despacho que antes usaba el Rey Don Juan Carlos y que está situado en la primera planta del Palacio de la Zarzuela, que sigue siendo la residencia del anterior monarca y su esposa, Doña Sofía. Los Reyes Don Felipe y Doña Letizia mantienen su residencia en una casa situada en el mismo complejo de la Zarzuela, pero separada del Palacio, por lo que el nuevo monarca solo ha cambiado de despacho, en el que ya ha hecho algunos cambios. Con un discurso directo y atrevido se presentó ayer ante las Cortes Generales Felipe VI en el acto de su proclamación como Rey de España. El nuevo Monarca ofreció un mensaje que emocionó a las personalidades que se encontraban en la Cámara Baja y a los miles de ciudadanos que lo siguieron a través de los medios de comunicación por su valentía al afrontar buena parte de los problemas que preocupan a los españoles del siglo XXI. La firme convicción de que el mejor modelo de Estado es una monarquía parlamentaria, la necesidad de que la Corona preserve su prestigio y ofrezca una «conducta íntegra, honesta y transparente», la fe en la unidad de España apostando por la diversidad sin que se rompan los puentes del entendimiento, el reconocimiento a las víctimas de terrorismo, la solidaridad con los miles de ciudadanos golpeados por la crisis y la necesidad de construir la España del siglo XXI basada en las relaciones internacionales con Europa, con los países iberoamericanos y con los vecinos del Mediterráneo, Oriente Medio y los países árabes fueron algunos de los puntos en los que se centró en nuevo Rey de España. Poco más de 20 minutos de discurso en el que, en algunos momentos, se vio a un Felipe VI muy emocionado, sobre todo al hablar de su padre, Juan Carlos I, de su madre, la Reina Sofía, y de su abuelo, el Conde de Barcelona. Un mensaje con una enorme carga de responsabilidad y con el deseo de que los españoles se puedan sentir orgullosos de su nuevo Rey «con mi trabajo y esfuerzo de cada día». A las 10,47 horas, Felipe VI juraba la Constitución, las leyes, los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas. Segundos después, un hemiciclo en pie escuchaba por primera vez el himno nacional presidido por el nuevo Monarca. El reinado de Felipe VI se presenta «como una monarquía renovada para un tiempo nuevo» con la convicción personal de que la monarquía parlamentaria puede y debe seguir prestando un servicio fundamental a España en la que el Soberano ha de respetar el principio de separación de poderes, cumplir las leyes aprobadas por las Cortes Generales, colaborar con el Gobierno de la Nación y respetar en todo momento la independencia del Poder Judicial. El nuevo Monarca señaló que es consciente de que «los ciudadanos demandan, con toda la razón, que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida-, nuestra vida pública» porque solo así se hará acreedor de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones. Una Monarquía abierta y comprometida con la sociedad que compartirá como propios los éxitos y fracasos de los españoles. Pero en su compromiso con la Constitución también está «mi fe en la unidad de España». Felipe VI defendió una «unidad que no es uniformidad». Apostó por la diversidad como una característica de la propia identidad del país, la necesidad de proteger «a todos los pueblos de España, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones». Deseó una España «en la que no se rompan nunca los puentes del entendimiento, que es uno de los principios inspiradores de nuestro espíritu constitucional». Continuó el Monarca reiterando que «en esa España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español. Porque los sentimientos, más aún en los tiempos de la construcción europea, no deben nunca enfrentar, dividir o excluir, sino comprender y respetar, convivir y compartir». Estas palabras provocaron un cerrado aplauso de todos los asistentes a la proclamación a excepción de los presidentes de los Gobiernos autonómicos de Cataluña, Artur Mas, y del País Vasco, Íñigo Urkullu, al igual que los diputados y los senadores de CiU y del PNV, que tampoco lo hicieron cuando llegaron los Reyes de España al salón de Plenos del Congreso. Solo se pudo ver un tibio aplauso del político catalán ante las palabras del nuevo jefe de Estado, que al comprobar que Urkullu no secundaba la ovación, cortó de inmediato. Felipe VI apeló en varias ocasiones en su discurso a los hombres y mujeres de su generación, herederos del trabajo de unos españoles que abrieron camino a la democracia «y nos corresponde saber transmitirlo ahora a los más jóvenes». En esa mirada al pasado, «me gustaría que lo hiciésemos sin nostalgia, pero con un gran respeto hacia nuestra historia, con el espíritu de superación de lo que nos ha separado o dividido, para así recordar y celebrar todo lo que nos une y nos da fuerza y solidez hacia el futuro». Y aquí Don Felipe volvió a emocionar al público y levantar el aplauso de los asistentes al recordar a las «víctimas de la violencia terrorista, que perdieron su vida o sufrieron por defender nuestra libertad. Su recuerdo permanecerá en nuestra memoria y en nuestro corazón. Y la victoria del Estado de Derecho, junto a nuestro mayor afecto, será el mejor reconocimiento a la dignidad que merecen». La España del Siglo XXI. El valioso legado que heredamos de nuestros padres es una tarea inacabada, recordó el monarca. La España que hoy vivimos «ha nacido bajo el signo del cambio y la transformación y nos sitúa en una realidad bien distinta a la del siglo XX». El Monarca señaló que el bienestar de los ciudadanos nos exige «situar a España en el siglo XXI, en el nuevo mundo que emerge aceleradamente, en el siglo del conocimiento, de la cultura y la educación». El Rey entrante tuvo palabras de aliento para todos aquellos ciudadanos a los que «el rigor de la crisis económica ha golpeado duramente hasta verse heridos en su dignidad como personas». «Tenemos con ellos el deber moral de trabajar para revertir esta situación y el deber ciudadano de ofrecer protección a las personas y a las familias más vulnerables. Y tenemos también la obligación de transmitir un mensaje de esperanza, especialmente a los más jóvenes, de que la solución de sus problemas sea una prioridad para la sociedad y para el Estado. En las primeras palabras de Felipe VI como Rey de España se sintió cierto nerviosismo y emoción y quiso rendir «un homenaje de gratitud y respeto hacia la figura de mi padre, el Rey Juan Carlos I». Don Felipe aludió a que bajo el liderazgo del Monarca abdicado y con el impulso protagonista del pueblo español, consiguió la reconciliación de los españoles, reconocer a España su pluralidad y recuperar para el Estado su lugar en el mundo. Y con igual sentimiento y emoción agradeció a su madre, la Reina Sofía, «toda una vida de trabajo impecable. Su dedicación y lealtad al Rey Juan Carlos, su dignidad y sentido de responsabilidad son un ejemplo». Una nueva etapa. Ante esta mención, tanto al Rey Juan Carlos I como a su esposa, la Reina Sofía, las autoridades presentes en el hemiciclo les rindieron un sentido homenaje con más de un minuto de ovación que provocó las lágrimas de la Infanta Elena y la enorme emoción de su madre, ambas presentes en la tribuna e la Cámara Baja, en un lugar de honor justo en frente de los recién nombrados Monarcas. Con el acto de la proclamación ante las Cortes Generales de Su Majestad el Rey Felipe VI comienza una nueva etapa para España , una nación formada por una sociedad «madura y vital, responsable y solidaria, que está demostrando una gran entereza y un espíritu de superación que merecen el mayor reconocimiento».