Cofradías

Un sueño que sólo duró media hora

El Cautivo de Torreblanca desafió la llovizna y se plantó en la plazoleta de Santa Marina para rezar con la gente de su barrio.

el 17 feb 2013 / 20:09 h.

Torreblanca en la mañana de este domingo.
Torreblanca.

Corto pero intenso. Así resultó el paseo del Cautivo de Torreblanca por Sevilla. La hermandad no se resignó a quedarse en casa después de suspenderse el traslado de pasos a la Catedral para el Magno Viacrucis por el riesgo de lluvia de los últimos partes. Empujada por la fuerza que da un barrio apostado en la calle San Luis, el misterio asomó a la puerta de la iglesia de Santa Marina protagonizando así las únicas chicotás de este acto del Año de la Fe.

Fueron apenas 30 minutos y unos cuantos metros que supieron a gloria. Al margen de lo discutida que pudo resultar la decisión y de la propuesta finalmente descartada de presidir en solitario el Viacrucis en la Catedral, la salida del paso colmó de ilusión una hermandad de vísperas que rozó con los dedos la oportunidad histórica -puede que la única- de discurrir por el Centro de la ciudad y pisar por primera vez las naves de la Catedral. Quizás por ello se asumió esa leve llovizna que cayó en la zona a la hora de salir. A las órdenes del capataz del palio, Miguel Ángel Castillo, el misterio llamado a representar la quinta estación se elevó en el presbiterio ante la mirada del Señor de la Resurrección. En ese mismo momento, las puertas del templo dieron paso a la claridad de la calle. La respuesta fue inmediata: un atronador aplauso de quienes se encontraban esperando fuera.

El Cautivo ante Pilato avanzó muy despacio, saboreando cada racheo, cada pará, cada metro que le separaba de la puerta. Recorrió un pasillo de lágrimas que iban derramando niños, jóvenes, mayores... y todos los que conformaban las cincuenta parejas de cirio desplegadas a modo de escolta hasta la misma ojiva. De fondo sonaba música de capilla y se sucedían las oraciones de muchas vecinas del barrio que habían llegado en autobuses fletados hasta la Macarena. Algunas venían provistas de calzado cómodo y bolsas de avituallamiento para aguantar todas las horas de un camino truncado por la amenaza de agua: "Es una pena muy grande. El barrio tenía mucha ilusión. Al menos nos queda el consuelo de que Sevilla entera nos ha podido conocer en estos cuatro días", reconocía Alba, una joven de Torreblanca a la que las lágrimas le comían la cara mientras asumía cómo se esfumaba "una ocasión única, que "sólo se repite una vez en la vida", como subrayó Manuel Santizo, exhermano mayor de Torreblanca que se aferraba con fuerza a su cirio.

Al llegar a los últimos metros, antes de tomar la pequeña rampa, se produjo el relevo en el martillo. Manuel Rocha, capataz del Señor, aparecía de detrás del paso con los ojos visiblemente enrojecidos. Bajo los faldones lanzó la siguiente arenga: "Nos vamos a la calle. Hay mucha gente esperando. No le podemos fallar". Y así fue. No falló el Cautivo a su barrio pese a las leves gotas que hicieron acto de presencia. Tampoco falló el barrio a su Cautivo. Él salió para rezar con su gente, y su gente se deshizo en aplausos, vivas -"¡Viva Torreblanca!"_- y lágrimas, muchas lágrimas por lo que pudo ser y no fue. De hecho, el capataz sentenció al ver el paso en la calle: "¡Qué lástima, lo que se va a perder Sevilla!" Fue una mezcla muchos y variados sentimientos la que confluyeron en la puerta de Santa Marina. Para no faltar, no faltó ni el canto de una saeta con la que se puso punto y final al rezo de la calle. "Nos quedamos con el momento de la puerta y con la satisfacción de recibir tanto cariño", se aventuraba a resumir Sandra, miembro de junta de la cofradía.

El reloj marcaba las 15.15 horas cuando las puertas de Santa Marina daban carpetazo a un Viacrucis sin pasos en la calle. Seis autobuses ponían pues rumbo al barrio con la sensación de haber hecho historia, aunque también con la espinita de no haber alcanzado la tierra prometida. El interior de Santa Marina digería durante la tarde la amalgama de sentimientos vividos en tan poco tiempo y después de dos horas manteniendo la esperanza de ir a la Catedral en solitario. El sueño de Torreblanca no pudo ser completo y se redujo a media hora.

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