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Un verano solidario

Si eso de estar tumbado en la hamaca le aburre, pruebe a echar una mano en el comedor social de San Juan de Dios.

el 20 jul 2011 / 19:52 h.

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Algunos de los voluntarios repartiendo el menú del día en el comedor.

Verano, concretamente mes de julio, altas temperaturas que provoca el Lorenzo en Sevilla y el agua del mar llamándonos a gritos. Suena bien y sienta aún mejor. Pero existe otra forma de pasar el estío veraniego. No hay playa, pero la sensación que deja promete ser muy gratificante. ¿Se ha propuesto alguna vez pasar un verano solidario? En el Comedor Social de San Juan de Dios, en pleno Centro, muchos lo hacen y no lo cambiarían por la tumbona. Lean sus experiencias, lo mismo se animan.

Nada más entrar nos recibe Pepe, jubilado de 61 años y voluntario desde que el comedor abrió sus puertas en octubre del año pasado. Ya es veterano en eso de ayudar de forma desinteresada. Lleva ya 18 años colaborando con Cáritas, ahí es nada. Confiesa que sus problemas de salud le han llevado a “tener 12 muelles” en su corazón pero cualquiera lo diría. Hoy está en recepción aunque otros días se mete a ordenar la ropería, organiza las duchas o limpia las mesas del comedor. “Cuesta trabajo comprenderlo, pero una vez que te entregas, es tanta la satisfacción que se siente…”, explica con sonrisa sincera.

Son las 12.20 y van apareciendo más voluntarios para el turno de comidas de hoy, que empieza a las 12.50. Ellos forman parte de un equipo de 65 voluntarios, aunque en época estival son algunos menos. Dedicar un tiempo al descanso tira mucho, pero no es el caso de Fuencisla, de 66 años. Veranea en El Puerto de Santa María, pero todos los jueves coge el tren para venir a ayudar al comedor de San Juan de Dios. “Vengo como una ejecutiva, de ida y vuelta”, bromea.

Es hora de colocarse los guantes y la bata, que la comida no se reparte sola. Mari Pepa, de 69 años, es prima de Fuencisla y hoy le toca preparar las bandejas con el pan y los cubiertos. “Para mí ayudar es algo que me gusta, no sólo a través del voluntariado sino echando una mano siempre que se pueda”, añade.

Pero no piense que basta con tener tiempo libre o estar aburrido en casa. Hace falta mucho más. “Hay que tener ciertas cualidades como saber escuchar, hablar con la gente que viene aquí, comprenderlos, respetarlos, pero sobre todo tienes que tener ganas y entrega”, resume la trabajadora social del comedor, Ana Morillas. Para ver si los candidatos cumplen con el perfil, hay que ser entrevistado por Ana, que decide si la situación del candidato es adecuada para ser voluntario. “Por ejemplo, no puede venir una mujer con depresión. Trabajamos con un colectivo vulnerable y no puedes llorar con todo el que entre”, cuenta.

Tú decides colaborar y tú decides cuando. En el comedor de San Juan de Dios piden “el tiempo que tú quieras entregar”, sin exigencias. Uno o dos días a la semana. Dos, tres o más horas. Los días de más actividad son los lunes, martes y miércoles porque, además de comedor, abren las duchas desde por la mañana. “Damos ropa de vestir, calzado, toallas y productos de higiene”, comenta Ana. Hacen faltan manos para todo eso y las que se ofrecen suelen pertenecer a personas jubiladas porque “los jóvenes vienen poco, aunque algunos hay”, dice Mari Pepa.

Se abren las puertas del comedor. Algunos han llegado horas antes, para coger sitio y esperar religiosamente (nunca mejor dicho) su cola. El menú promete y por el olor más aún. Hay un guiso de patatas, otro de carrillada y arroz. De postre,  yogur, picotas e incluso un trozo de turrón, aunque no pegue mucho con las fechas. Los productos llegan del Banco de alimentos y de algunos colectivos que hacen donaciones al comedor, como es el caso de los toreros. “Una vez nos trajeron un venao y no veas el plato tan rico que hicimos”, explica Fuencisla.

Mientras echa refresco de naranja en los vasos, Fuencisla confiesa que en este turno está viendo “caras nuevas”, salvo la primera de la cola, una señora mayor de sonrisa amable que entra siempre triunfal por el umbral del comedor. Las personas que acuden a esta orden muestran un aspecto muy heterogéneo, “tanto inmigrantes como muchos nacionales”.

Uno de los comensales huele el almuerzo y lo define como “una comida especial”. Escuchándo sus experiencias, todos los voluntarios coinciden: “Recibes muchísimo más de lo que das”. Si quiere probar esa sensación, acérquese una mañana. Lo podrá vivir en primera persona.

Qué: Comedor Social de San Juan de Dios. También tienen servicio de duchas y ropería para los que más lo necesitan.
Dónde: Cerca de las setas de la Encarnación , en la calle Misericordia, número 8.
Para qué: Necesitan voluntarios para distintas labores, sobre todo en verano, que hay una menor afluencia de voluntarios.
Cómo: Acercándose allí o mandando un email a comedor@sjd.es. La trabajadora social, Ana Morillas, realiza una entrevista previa a los candidatos para escuchar sus motivaciones. Si pasa la entrevista, sólo tiene que decir qué día y cuántas horas puede colaborar.

 

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