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Un viaje entre las nubes

Ver el amanecer sobrevolando la Comarca de Doñana no tiene por qué ser sólo privilegio de pájaros.

el 16 sep 2009 / 06:42 h.

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Desde ahí arriba los caballos pare- cen perros, las piscinas charcos, y los coches, juguetes. A 400 metros sobre el suelo, el mundo terrenal se torna en desconocido: la única realidad es la que te rodea, el cielo. Sin embargo, lejos de producir vértigo o temor, volar en globo sobre el Paisaje Protegido del Corredor Verde del Guadiamar, es una de las experiencias más relajantes que existen.

Así lo viven los cinco pasajeros a bordo del globo que durante hora y media sobrevuela el Guadiamar. "No sientes miedo ni inquietud, esto es una calma chicha", comenta tranquila Ángeles Garrido, una profesora de Almonte de 50 años. El resto del grupo confirma sus palabras: "No da sensación de altura", dice Lola Calvo, psicóloga afincada en Bollullos; "No parece que se mueva", le sigue su hijo Julio , de 13 años.

Y Julio tiene razón. De entre todas las formas de volar, ésta es la más calmada. "Vamos a la misma velocidad del viento, por eso no lo notamos", apunta Francisco Castillo, piloto del globo. Rápido o lento, viajar entre las nubes con los pies posados en una barquilla, impresiona. Pero no por la adrenalina que se descarga, sino por la belleza del paisaje que se descubre ante uno. "Está fuera de lo común", sostiene boquiabierta Ángeles.

Pese a ser verano, el frío de la hora temprana a la que despegan los globos, hiela parte de los cuerpos de los tripulantes. Aunque, eso sí, bien pronto se calientan gracias al fuego que templa el aire del aerostático. Es Francisco quien, además de dar conversación y resolver todas las dudas de los curiosos viajeros, maneja el nivel de combustible y vigila la línea del horizonte. "Vamos jugando con la altura para ir buscando los caminos invisibles del viento", comenta uno de los tres socios de Gloobo, empresa que nació por la pasión a volar.

Hay muchas cosas en la vida que se escapan al control del hombre, y una de ellas es sin duda el vuelo en globo. "Es un viaje tan libre que no sirve para transportar pasajeros". Se sabe de dónde sale, pero nunca dónde aterrizará o qué trayecto seguirá. Cada vuelo es distinto, "aquí no existe la monotonía", explica el piloto.

El silencio de las alturas y el piar de los pájaros madrugadores se ve interrumpido de repente por el choque contra un eucalipto: "¡Que nos damos contra ese árbol! Exclaman Justo Toscano y su hijo, de 49 y 15 años. Sorpresas que los designios del viento va poniendo al paso del globo. Como igual de sorprendente es aterrizar sin previo aviso sobre un enorme campo de girasoles.

Nada grave que lamentar, todo lo contrario: el buen hacer de Francisco y las ganas de pasar un buen rato de la recién estrenada tripulación, hacen de la travesía entre las nubes toda una experiencia que muchos van a repetir. Ya con los pies en la tierra, a salvo de todo, por si las moscas, los cinco exclaman: "¡Somos pasajeros del viento, de la brisa!".

De utilidad:

Qué: La empresa Gloobo organiza viajes turísticos.

Anécdota: Al finalizar el trayecto, y tras un gran desayuno, los tres socios y pilotos 'bautizan' con champán a los viajeros y le dan un diploma con su nuevo nombre: Lola Calvo ahora es 'Princesa del Amanecer'.

Precio: 150 euros. Para saber más, ww.gloobo.es.

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