Cuando el luto precede al homenaje, la tristeza suele imponerse en el recuerdo. Es la regla. La excepción fue el reconocimiento que ayer le rindió la Universidad de Sevilla al catedrático de Economía Aplicada Carlos Román del Río, fallecido el pasado agosto a los 64 años. La alegría del encuentro entre viejos colegas, el orgullo de estar juntos por la figura de un hombre admirado y, sobre todo, la figura de un hombre "vital", "elegante", "entusiasta", "emprendedor", "curioso", "emprendedor", "entregado". Todo ello se mezcló hasta cristalizar en un homenaje en el que la ausencia se tornó viva, luminosa, presente.
"Está aquí, no se ha ido", decía José Luis Osuna, su colega de la Hispalense, al finalizar el acto, el corazón encogido y los ojos anegados en lágrimas. Y era cierto: Román estaba por obra y gracia de sus amigos y compañeros, por el recuerdo de los que compartieron su labor formando a más de 30 promociones de economistas. También estaba físicamente, con su mascota y su fular, con sus fetiches de despacho (el lapicero, su teléfono de disco, el ventilador), con los cuadros que pintó, con las fotografías proyectadas que tomó en sus infinitos viajes, y con la música que no paró de sonar, el chillout.
El Paraninfo de la Hispalense, donde se celebró el acto, se llenó por completo para recordar a este catedrático, profesor en Berkeley, Málaga (su ciudad natal), Standford, Exeter, Belgrado, Budapest y, desde 1976, en Sevilla. Durante 17 años fue director de Desarrollo Regional y presidente de la Sociedad Española de Evaluación, una idea personal parida en 2000.
"Lo que nos queda es ser fieles escuderos del más inteligente, seductor, cariñoso e inquieto profesor que ha tenido esta Universidad", señaló Osuna. Su intervención fue la última de seis ponencias de altura, entre las que destacaron la del catedrático de Berkeley Manuel Castells y la ex ministra de Medio Ambiente y embajadora de España ante la OCDE, Cristina Narbona. El primero destacó la apuesta de Román por la sostenibilidad; la segunda, su "pasión" y "optimismo" por usar la economía como herramienta de desarrollo. De Román se dijo que fue un "profesor de profesión con altísima profesionalidad", un "líder transformacional" de los que irradiaban compromiso y justicia, un "constante alumno de todo", que en sus clases aunaba emoción y ciencia. El profesor Javier Rodríguez acudió a la película Blade runner para explicar el adiós de este "sabio": "La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo".