Saben de buena tinta cuántos concejales va a sacar Ganemos, los nombres de las amantes de todos los nobles, cuál es el coche que menos gasta, quién mató a Kennedy, dónde ponen el mejor mosto, qué pensaba Nietzsche sobre el aborregado ser humano y a qué horas estará mañana la marea alta. Y encima, cortan el pelo. Dentro de poco, sabrán también con quién o con qué hacen esquina, porque les van a poner una calle. El Ayuntamiento en Pleno, a petición de Izquierda Unida, ha acordado incluir a los peluqueros artesanales, o sea los barberos, en ese callejero sevillano donde ya figuraban nombres tan imprescindibles para la memoria colectiva de los sevillanos (y tan vinculados a la ciudad) como el acordeón, la jirafa, el rodaballo, los alicates, la cerbatana, el magnetismo (qué decir de tan misterioso fenómeno), el cojinete, el kiwi, el canguro, Adán y Eva y hasta el Tato. El presidente del gremio, José Antonio Moreno, estaba ayer feliz y contento, y eso que, como reconoció, «no se puede elegir sitio». Se quedarán con la calle que les toque, en sabe Dios qué barrio. Pero seguro que las esquinas de sean cuales sean las calles con las que se crucen, ampararán buenas conversaciones. Como asociación existen desde hace cuarenta años, decía ayer Moreno, pero como oficio llevan desde los tiempos de Dalila. En Sevilla capital son unos 2.000, y 3.500 en toda la provincia. De lo cual se comprende que no bien haya terminado uno de barrer en su casa y ya haya una pelusa así de gorda agazapada en el rincón, con semejante cantidad de cosechadores de pelo repartidos por toda la ciudad. El principal rasgo que los une, más allá del manejo de la navaja y del dominio del bolero silbado, es que casi todos ellos son herederos. Lo suyo no es una profesión, sino un legado. De niños se dormían escuchando los chasquidos de una tijera, y de muchachos se metieron de aprendices con idea de perpetuar el negocio, igual que hicieran sus padres en sus años mozos. «Yo soy el sexto de mi familia», explicaba José Manuel Moreno, citando a su bisabuelo el extremeño y contentísimo de poder ofrecer ese abolengo a su distinguida clientela. En su exposición de motivos al Ayuntamiento para que este rotule una vía como Artesanos Peluqueros de Sevilla, recuerdan ellos: Pasaron ya aquellos años en que la cultura y las costumbres de la época hicieron de entrañables barberías focos de tertulias donde se conversaba de todos los temas de la actualidad del momento. Eran un centro de información y de difusión de acontecimientos tanto políticos como sociales e incluso laborales y empresariales. Hoy el trato es más personalizado con cada cliente, quizás mas privado, pero sí es verdad que seguimos teniendo, por llamarlo de alguna forma, esa habilidad, dentro de la cotidianidad de nuestro trabajo, de interactuar con el cliente en todos los temas de actualidad de nuestra ciudad. En realidad no ha variado tanto, solo, quizás, en las formas. Los concejales de IU, además, presentaban la propuesta al Ayuntamiento ensalzando la de años que llevan trabajando estos peluqueros por dignificar su oficio, actualizarlo, involucrarse «en cualquier en cualquier proyecto en que, por el bien de la comunidad, puedan aportar su granito de arena» (o su manojo de pelo) y desarrollar actividades solidarias de distinto tipo. De hecho, ahora están ya recogiendo juguetes para que cuando vengan los Reyes Magos no se les olvide pasar por las casas de los más pobres. Pero todo lo que el asunto tiene de humano, de bonito, de gracioso en su caso y de entrañable siempre, todo eso se estrella contra un dato triste como él solo:que en el último año han cerrado 280 peluquerías en toda la provincia. Y que la subida trepidante de nada menos que 13 puntos en el IVA, del 8 al 21, casi les han quitado las ganas de conversación. ¿Cómo quiere usted que lo afeite?, preguntaba el barbero del chiste. ¡En silencio!, respondía el cliente. Pues poco a poco lo están consiguiendo. Menos mal que ahora van a tener una calle. Aunque eso, en Sevilla, lo mismo no es exactamente una garantía de supervivencia: Curtidores, Chicarreros, Chapineros, Boteros, Archeros, Aposentadores, Alcuceros, Infanzones, Lineros, Matahacas..., que en paz descansen la mayoría de ellos. Es lo bueno de Sevilla: que no se puede decir que no honre su memoria. «Somos interlocutores válidos de la ciudad», proclamaba Moreno ayer. Excepción hecha de los calvos.