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Una carta con tapas de película

el 01 jun 2012 / 10:17 h.

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El bar del antiguo cine de verano Pío XII lo fundó el abuelo del actual propietario, en 1960, cuando empezaba el baby boom, el desarrollismo económico y la España del seiscientos. Entonces eso de la libertad quedaba un poco más atrás de la justicia social, los pisos del Instituto Nacional de la Vivienda, los economatos y el veraneo por Educación y Descanso. Por la pantalla del Pío XII pasarían Maciste y los romanos, Tarzán contra las amazonas y ya, más en los 70, el salvaje oeste almeriense y los pinitos eróticos del landismo. Entre tiros y bikinis, el botellín de Cruzcampo helado y el tomate aliñao, las pipas y el bracito por encima al amor de verano.

De aquellos días devorados por la especulación del ladrillo queda este bar, de techos altos de donde penden ventiladores de grandes aspas, de buena barra de azulejos trianeros y mármol blanco, con amplio salón de mesas y veladores bajo los naranjos en la calle de atrás, la que daba al cine. Amplísimas cristaleras dan buena luz natural al recinto, con paredes encaladas donde cuelgan fotos y carteles cofrades, presididos por una Macarena y un Gran Poder y, donde llama la atención, un cartel publicitario de Saimaza, con dos nazarenos, padre e hijo, de la Trinidad que pasan de la mano ante la vieja fachada de azulejos azul claro de la empresa cafetera. Dos puertas de acceso, una a la avenida Miraflores y otra a la parte de la terraza, con ventanas para pedir o consumir.
José Galán trastea entre la cocina y la barra, donde le ayuda José Luis, con veteranía y la socarronería de viejo camarero sevillano. La señora de la cocina, tímida y poco amiga de las fotos, se esmera en sacar gloria bendita de los fogones. Aquí reina la tapa clásica sevillana. Nombrados son el menudo y la carrillada de la casa, amén de otras tapas que probamos, como, ahora es el tiempo, unos caracoles grandes, blancos, muy limpios, suaves de pique, carnosos, en su punto de cocción, la tapa, como todas las demás, de generosa ración.

Acompañamos con cerveza Cruzcampo bien tirada, muy fría, en buen vaso. En la vitrina gambas, pez espada y atún rojo, pescados para freír, vimos salir una tapa de dos buenas pijotas, San Jacobos y Flamenquines. Probamos un atún mechado con salmorejo sabroso, buena tapa para el calor, fresca, con un salmorejo suave al que le sienta muy bien el acompañamiento de huevo duro picado.
Las espinacas con garbanzos tienen también renombre entre los parroquianos y a fe mía que lo merecen, bien de pimentón, son tiernas, garbanzos incluidos, y sabrosas, con dos buenas rebanadas de pan para ayudar al trance.

En la casa hay armario de vinos y aunque más parece taberna de cañas y graneles de Sanlúcar, que bien le sentaría a esta barra un tonelito de manzanilla, para los paladares más gourmet hay riojas y riberas de crianza y etiqueta de abolengo, Valenciso, Montecillo o Ibéricos de Torres, se sirven en buenas copas y en su temperatura, lo que no es poco mérito en el hábitat descrito.
Como no hay que ser ansioso dejamos para otra visita sugerencias cantadas en pizarra tan tentadoras como un Lomo de venao al Pedro Ximénez, unos pimientos de Padrón, o una sugerente y transgresora Morcilla con huevo.

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