Cultura

Una conversación inédita con Antonio Domínguez Ortiz

Con motivo del centenario del nacimiento del gran historiador sevillano, publicamos esta conversación que tuvo lugar en febrero de 2000, tres años antes de su muerte.

el 17 oct 2009 / 19:44 h.

El historiador Antonio Domínguez Ortiz.
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-¿Vale la pena dejarse la vida por la Historia?

-Esto le viene a uno de naturaleza. Hay personas que adquieren los conocimientos oportunos y otros en los que se atisba sólo una cierta predisposición. Muchos hacen cursos de Historia, preparan oposiciones e incluso escriben buenos libros, pero, una vez logrado lo que se proponían, es decir, un cierto estatus o una cátedra, se paran ahí y se contentan, dejando en la estacada sus investigaciones. Por eso creo que algo habrá en las células o en los genes que a unos nos impulsa a interesarnos con mayor o menor fuerza por nuestras pasiones, y la mía ha sido y es la Historia.

-Tan enfrascado en el pasado, ¿no teme haberse perdido algo del presente?

-Bueno, cada día leo bastantes periódicos, veo la televisión, y todo eso es porque mi curiosidad se extiende también al presente. Dése cuenta de que hablamos de la misma materia: la actividad humana. Además, para un historiador, la actualidad tiene un gran valor como contraste de lo pasado. Lo que no quita para que haya novedades que veo con más dificultad, caso de la informática, a la que he llegado tarde. Yo sigo trabajando de modo artesanal. Ya me es tarde para cambiar de hábitos...

-Pero con la informática se llega más lejos...

-Nadie duda de que los métodos actuales permiten realizar mucha mayor cantidad de trabajo. Yo recuerdo que la primera vez que entré en un archivo lo hice con papel y lápiz, estudiando con un enorme derroche los documentos. Después llegó la fotocopia, que fue un alivio inmenso, y más tarde la informática, a cuyo eslabón, como le digo, he llegado ya mayor.

-Un hombre de su preparación debe ser un devorador nato de libros. Aparte de tanto manual, ¿le quedan ojos y ganas para algo más?

-Tengo un espectro de lecturas muy amplio. Yo no distingo género en literatura, sino calidades. Horacio siempre ha sido uno de mis preferidos, y del Renacimiento me gusta la literatura de picaresca. También la francesa, algo de la italiana y, por supuesto, me atrae mucho la literatura de memorias y autobiografías. Ahora bien, como expansión, le he de confesar que disfruto con la literatura detectivesca. Simenón es uno de mis predilectos. Cuando uno se nota algo cansado de tanta literatura seria, debe acudir a la de evasión para relajarse.

-Si le pregunto por su relación con Sevilla, ¿qué diría?

-Que aquí nací y permanecí hasta que gané la primera cátedra de instituto, momento en que me destinaron a Palma de Mallorca. Eso fue como abrirme al mundo y a horizontes distintos. Fue en el año 1941, y en el 42 estuve estuve en Cádiz, y en el 43 me fui a Granada porque tenía universidad, entre otras cosas. Si supiera cómo se comía de mal en Cádiz por aquel entonces, después de la guerra... Y fue así que me afinqué en Granada, donde he tenido a mis tres hijos. Se puede decir por tanto que soy granadino de adopción y sevillano de nacimiento. Gracias a esto comprendo mejor a Andalucía, a esas dos mitades tan distintas y a la vez tan unidas.

-En su poder tiene la Medalla de la Ciudad de Sevilla, recibida en 1979. ¿No hace ya demasiado de aquello?

-¡No, por favor! No levante usted la liebre porque yo ya he recibido suficientes honores, condecoraciones, distinciones y premios... No quiero más obsequios de esa clase porque mi labor ha sido bien recompensada. Además, son muchos los que necesitan el reconocimiento, pero no yo. Ya estoy servido.

-¿Qué opina de conmemorar hasta los cuartos de siglo?

-En el público hay una gran afición por la Historia, que se acrecienta además con el nivel de cultura y sirve de contrapeso a ese auge de tecnicismos que nos rodean. La Historia, afortunadamente, es algo que no se podrá arrancar nunca del espíritu del hombre, y esa moda o tendencia que me dice corrige en buena medida los excesos de los planes de estudios, que dan demasiado protagonismo a la Historia contemporánea, cuando no es ésta la mejor etapa de todas... Y estamos dando a las generaciones de hoy una visión desenfocada, la verdad.

-¿Puede ser más explícito?

-Eso de explicarlo todo en función de lo actual y de estudiar la Historia para comprender lo de hoy es erróneo. La Historia no es algo utilitarista, no se estudia sólo para algo. La aventura del hombre atrae por sí misma; la historia de los faraones, aunque no sirva para nada, expande el espíritu.

-¿Hay demasiadas lagunas en nuestra formación global?

-El problema es grave porque se están creando generaciones con serias carencias. Si en los libros se habla poco, como se hace, sobre Carlos V, pues se organizan conferencias, exposiciones, aunque sea a base de efemérides; y se llenan, lo que demuestra que la gente tiene una inquietud no satisfecha que resuelve como buenamente puede, pero no en la escuela.

-¿Qué le queda por hacer?

-[Sonríe y suspira]. Si tuviera tiempo y facultades, escribiría y haría todavía muchas más cosas... Pero míreme, ya estoy en edad de ir liquidando el negocio...

-¿Nos deja, después de todo lo expuesto, en buenas manos en materia de historiadores?

-Creo que sí. La generación actual es buena. Muchos se quejan de que el nivel es bajo, pero es tan grande el número de los que estudian Historia que con sólo que el 5% tenga madera, ya estaremos salvados...

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