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Una cuestión de convivencia

Aunque ya hay más calma, la pregunta de estos días se reduce a saber cómo es posible soportar tres años entre basuras, actos y comportamientos incívicos, ruidos y peleas. Eso es lo que se cuestionan los propios vecinos de la barriada de la Paz, quienes niegan que el rechazo a los rumanos se deba a cuestiones racistas.

el 15 sep 2009 / 06:14 h.

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Aunque ya hay más calma, la pregunta de estos días se reduce a saber cómo es posible soportar tres años entre basuras, actos y comportamientos incívicos, ruidos y peleas. Eso es lo que se cuestionan los propios vecinos de la barriada de la Paz, quienes niegan que el rechazo a los rumanos se deba a cuestiones racistas.

"El que nos tache de racistas, que se venga a vivir aquí unas semanas, a ver si lo somos o si nos quejamos con razón". Así de clara se expresa Ana, una vecina de este barrio, cansada de vivir atemorizada por la actitud de las familias rumanas instaladas en la zona.

Ella, al igual que el resto de residentes en estos pisos, reclama una solución a la situación que padecen desde hace tiempo y que ha visto colmar el vaso de su paciencia, con una gran pelea que alarmó a todo el vecindario: "ya estamos acostumbrados a que discutan entre ellos, pero lo del otro día fue demasiado, arrancándose incluso mechones de pelo".

Sentados en uno de los bancos, los vecinos cuentan que desde que el caso apareció en los medios la presencia policial ha aumentado y la situación está más tranquila, aunque "no sabemos si se han escondido en las casas o si se han marchado algunas familias", afirma Consuelo, una utrerana que lleva unos 30 años en la barriada.

Para Antonio, la forma de solucionar este conflicto de convivencia es clara: "que los echen". Ante la propuesta de llevar a un intermediador cultural que intente poner solución al asunto, los vecinos consideran que "seguro que no se adaptan, porque una cosa es que tengan costumbres distintas, y otra que vayan haciendo sus necesidades en cualquier sitio: en la esquina de una calle o en la puerta de la casa, donde pillan".

A pesar de contar las experiencias vividas a lo largo de estos meses, reconocen tener miedo a mostrar su rostro ante las cámaras. Y es que, según cuentan, tras recoger las firmas y entregarlas al Ayuntamiento pidiendo su expulsión, "han acordonado a veces la entrada a los bloques con cintas y nos han amenazado con que iban a quemarlos". Lo que sí han hecho ya más de una vez, en palabras de Estefanía, ha sido rajar las ruedas de los coches.

El día a día en la barriada de la Paz no es fácil. "Dormimos cuando nos dejan, porque están haciendo ruido todo el día, da igual que sean las 11 de la mañana o las tres de la madrugada". Y además, "como viven muchísimas personas en cada casa, la situación empeora", algo que tienen que padecer incluso los dueños de las viviendas en las que habitan, ya que han sido, en su mayoría, ocupadas de forma ilegal. A esto hay que añadir "las humedades que tengo en casa, que no puedo ni pintar", denuncia Pepi, quien también se queja de la aparición de cucarachas.

Algo muy común es "ver caer por la ventana líquidos, bolsas y desperdicios" que arrojan desde sus pisos hacia el patio interior. "Por si fuera poco, si se les cae alguna cosa a esa zona, bajan por la pared agarrados a los cables de la televisión y a las tuberías para recoger lo que haya caído", afirman.

Sobre los hábitos de vida y consumo de estas familias, Ana afirma que, "aunque roban comida en las tiendas para poder comer, luego los vemos comprar cajas con botellas de cervezas y de bebidas alcohólicas para montar sus fiestas".

Los vecinos denuncian que se ha dado el caso de "entrar con corderos en las casas y matarlos allí mismo, llenando de sangre y luego tirando al patinillo central los pellejos de los animales", todo ello regado con "el alcohol, que lo mismo toman mayores y niños". Sobre los menores, comentan que están escolarizados, pero "van cuando quieren".

Todas estas circunstancias marcan el devenir de una barriada que "siempre ha estado muy tranquila y ha sido muy buena", pero que desde hace un tiempo ha visto romper la paz que le da nombre. Pero, a pesar de la denuncia que realizan sobre las familias rumanas, los vecinos dejan claro que en la zona viven personas de otras nacionalidades con las que mantienen buena relación. Por ello, los vecinos insisten en que no hay racismo, sino la necesidad de convivir "como personas civilizadas y no como animales".

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