Parece que los piratas somalíes están haciendo la vida imposible a quienes se acercan a las costas del dilapidado país africano. Por fortuna, los Buenos van a actuar. Han reunido 213 millones de dólares para acabar con el problema, es decir, con los piratas. Pero algo no me cuadra. Escucho respuestas.
Pero no las preguntas. Me pregunto, por ejemplo, qué hacen los barcos rusos, españoles, británicos, franceses... en la costa de Somalia. Me pregunto, también, si tales barcos extranjeros son de esos con respecto a los que los somalíes se han venido quejando en las últimas décadas: los que pescan sin licencia y con métodos de captura que inutilizan a los pesadores locales, los que vierten tóxicos, los verdaderos piratas en suma.
Me pregunto, ya puestos, si los llamados piratas somalíes no podrían ser miembros de ese colectivo de pescadores desesperados que, hartos de no ser escuchados por las instancias internacionales, decidieron hace meses tomar fuerza y buscar soluciones por su cuenta. Hay interrogantes abiertos. Mientras tanto, que no me vendan la versión fácil si antes no me explican qué hacen ahí todos los barcos y de qué está viviendo Somalia.
