Cultura

Una (de)construcción del paisaje

Hasta el 29 de marzo puede visitarse ‘La construcción social del paisaje’ en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Los fondos del CAAC, la Colección DKV y la nueva colección Pilar Citoler aportan las diversas ópticas desde las que se vertebra la muestra.

el 24 ene 2015 / 09:00 h.

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La obra ‘Some space’ de Sergio Belinchon. / El Correo La obra ‘Some space’ de Sergio Belinchon. / El Correo Recuerdo cuando, en la primavera de 2013, vino al Museo de Bellas Artes de Sevilla la exposición Rubens, Brueghel, Lorena. El paisaje nórdico en el Prado. Esas representaciones envolvían a quien las observaba, que se olvidaba por momentos de buscar el tema de la obra en cuestión, solo dejándose llevar por las atmósferas que sugerían las telas. Ahora el CAAC pone sobre la mesa una suerte de revisión con un título más que sugerente que puede ser analizado a través de diversos prismas: desde la reflexión sobre la acción antrópica a la historia que está imbuida en ciertos lugares, que nos habla de su devenir histórico marcado por la relación ser humano-naturaleza. Sobre la base de Juan Nogué por la que el paisaje vendría a ser «el resultado de una transformación colectiva de la naturaleza y (…) la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado», se edifica esta muestra. Por un lado tenemos el concepto de Historia, traducido en qué nos transmite un determinado lugar en función de su memoria como telón de fondo de diversos acontecimientos. La fotografía es capaz de captar la calma tensa que pueden evocar los emplazamientos de conflictos bélicos, como vemos en los casos de Eduardo Nave o Bleda y Rosa en Prontuario, un archivo de fotografías actuales sobre textos de época de la Guerra de Independencia Española. A la izquierda, obras de Cristina Iglesias y Miki Leal, respectivamente. A la izquierda, obras de Cristina Iglesias y Miki Leal, respectivamente. Proyecto Catherwood, de Leandro Katz, pone énfasis en la evolución de diversos monumentos prehispánicos a través de la comparación entre su vista actual y los dibujos de sus re-descubrimientos, lanzando un toque de atención hacia la conversión de los sitios arqueológicos en parques temáticos. Esta visión contrasta con la de Xavier Ribas, quien ha venido documentando la vegetación que recubre, y paradójicamente mantiene a salvo, los sitios arqueológicos mayas. Lo segundo y media dimensión – una expedición a la meseta fotográfica  se conjuga totalmente con el título de esta muestra. François Bucher logra reconstruir a través de diversos puntos de vista, fotografía, vídeo o cómic, una historia que logra despertar la curiosidad. La evolución del paisaje en sí puede encuadrarse en obras como Templo, de Santiago Giralda, donde el paso del tiempo y los cambios aparejados al mismo se ponen de manifiesto en una pintura que destila tensión a la vez que armonía en sus colores. La serie documental de Alejandro Sosa nos invita a reflexionar sobre los cambios urbanos en Sevilla antes de la Expo 92, mientras que José Guerrero, con Efímeros, logra fijar su punto de vista en las sombras que proyecta el urbanismo en la actualidad, donde la transformación y la ruina arquitectónica no son sinónimos de una buena planificación. La perspectiva de Olivo Barbieri vendría a aunar parte de cada una de las tres propuestas anteriores, al ver la ciudad y el territorio como organismos latentes, en constante cambio. Otra de las vertientes son los hipotéticos paisajes en el futuro, resultado de su mercantilización y la degeneración de las prácticas humanas. Un efectivo diálogo se puede articular entre las fotografías de Jorge Fuembuena, sobre los lugares vacacionales falsamente idealizados, y las perversiones planteadas por Dionisio González, que nos obligan a reflexionar sobre la necesidad de que los enclaves protegidos no sean objeto de turismo masivo. Daniel Canogar reflexiona en Marea sobre cómo podrían ser nuestros lugares de esparcimiento dentro de no mucho mientras que, en clave diametralmente opuesta se podrían situar las corrosivas viñetas de Miguel Brieva. Paloma Polo nos crea espejismos en la medida que el entorno puede convertirse en una proyección de nuestros intereses, que acaban por vestir nuestra realidad para dar forma a esperanzas y anhelos. En paralelo se podría situar Matt Mullican y el trabajo desarrollado en torno a la construcción de las cosmovisiones y el simbolismo de las mismas como intermediarias ante lo desconocido. Amoldar las obras al discurso no siempre funciona, teniendo en cuenta el carácter tan heterogéneo de las mismas. En demasiadas ocasiones observamos trabajos que son fruto de percepciones más que construcciones en torno a la problemática que se plantea. La inclusión de los mismos, bajo unas premisas que se alejan de las razones creativas primigenias, fuerza sobremanera su relación con la exposición. No entiendo en el contexto de esta muestra los trabajos escogidos de Fernando Zóbel, Soledad Sevilla, Miki Leal o Guillermo Pérez Villalta, por citar nombres significativos, más allá de dar lustre al fondo de colección que el CAAC atesora. Este hecho acaba por diluir el conjunto y hacerlo más difuso al visitante. Resulta también ilustrativo que no aparezcan apenas referencias al Land Art o alguna documentación relativa a intervenciones urbanas transgresoras, auténticos espejos de lo social dentro del paisaje urbano.

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