Economía

Una España más verde y rural

El orden en que se ha configurado el megaministerio de Espinosa revela la sumisión de las políticas agrarias al medio ambiente y al desarrollo económico y social de los pueblos. Son muchos los frentes que le lloverán en los próximos años, desde la nueva reforma de la PAC hasta la guerra del agua. (Foto: EFE).

el 15 sep 2009 / 03:10 h.

El orden en que se ha configurado el megaministerio de Espinosa revela la sumisión de las políticas agrarias al medio ambiente y al desarrollo económico y social de los pueblos. Son muchos los frentes que le lloverán en los próximos años, desde la nueva reforma de la PAC hasta la guerra del agua.

El imponente edificio neoclásico que preside el entorno madrileño de Atocha ha dirigido durante décadas las políticas agrarias españolas. A partir de ahora, tras la composición del nuevo Gobierno de Zapatero, el inquilino, la Agricultura y con mayúsculas, cede su espacio a un megaministerio en el que su nombre queda engullido por el de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, pilotado por la gallega Elena Espinosa. Y, en este caso, el orden de la nomenclatura sí altera el producto.

Por lo pronto, desaparece Agricultura, y eso es ya de por sí significativo para un país, España, que es la segunda potencia agraria de la Unión Europea (UE), tras Francia, y en su lugar aflora Medio Rural. El cambio, que ha pillado con el pie cambiado a las organizaciones agrarias, en especial a las de Andalucía, la comunidad agrícola por excelencia, es acorde con la idea del PSOE de conferir mayor protagonismo a la estrategia agroindustrial y de desarrollo de los pueblos que a la meramente agrícola.

De hecho, desde la región andaluza, su aún consejero de Agricultura, Isaías Pérez Saldaña, dejó atónito al campo hace poco más de año y medio cuando proclamó el fin de la política agrarista y la preponderancia de la agroindustrial y rural. Lo dijo y lo ha hecho. Pero tampoco cabe olvidar la elaboración y aprobación, a nivel nacional y cuando casi terminaba la anterior legislatura, de la Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural, marco común para unas iniciativas, la del desarrollo económico y social de pueblos y agrociudades (como Écija, Los Palacios o Utrera), que, aunque dependen de las autonomías, gozan de financiación estatal y comunitaria.

Desencuentros. Medio Ambiente se antepone a Medio Rural. Elena Espinosa asume las competencias verdes de la anterior ministra Cristina Narbona para casar en un mismo departamento políticas hasta ahora antagónicas y que no tienen más remedio que ser pareja, al menos bien avenida. No hay que irse a Madrid para constatar los enfrentamientos, pues por aquí, en Sevilla, no pocos desencuentros ha habido entre las Consejerías del ramo, en especial en épocas de Paulino Plata al frente de Agricultura, que se han ido limando en la recién expirada legislatura gracias al mejor entendimiento entre la consejera verde Fuensanta Coves (en la nueva, presidenta del Parlamento de Andalucía) e Isaías Pérez Saldaña y, sobre todo, a la toma de conciencia de que campo y entorno natural no caben ir por separado. Ahí está, por ejemplo, la redacción conjunta de la Ley de la Dehesa.

Después de Medio Ambiente y Medio Rural, el Medio Marino. Ni siquiera Pesca, nombre que desaparece también. La primera potencia pesquera de la UE, España, aborda con este cambio, y al igual que con la agricultura, la necesidad de acometer más iniciativas que caminen hacia el desarrollo económico y social de los pueblos marineros, con más acuicultura y diversificación industrial. El que Medio Ambiente preceda a Marino, asimismo, da idea de la creciente presión que sobre el sector ejerce Bruselas (vía paradas biológicas y recortes de las cuotas de capturas).

Hasta aquí, nombres y su trascendencia. Más allá, a la superministra Espinosa va a tener que labrarse el don de la ubicuidad porque le llueven cuatro años cruciales tanto para la agricultura como para el medio ambiente.

De inmediato, las negociaciones comunitarias del eufemístico chequeo médico de la Política Agrícola Común (PAC) y que no es otra cosa que una nueva reforma concebida este mismo año sobre una propuesta de la CE que propugna un recorte de las ayudas directas a los agricultores y ganaderos (España es el segundo perceptor de subvenciones) para destinar el dinero así obtenido a políticas de desarrollo rural. Por cierto, Elena Espinosa se estrenó como ministra, allá por 2004, con las modificaciones de los regímenes de primas para el aceite de oliva y el algodón, y sonoro fue el acorralamiento al que fue sometida por el entonces comisario del ramo, Franz Fischler. Bautizo de fuego. En mayo habrá otra vuelta de tuerca algodonera, y las cosas -Saldaña dixit- no van bien.

A medio y largo plazo, la ministra gallega (Orense, 1960) habrá de hacer frente a la que se vaticina como la madre de todas las batallas agrarias europeas. En efecto, el actual marco financiero de la UE, en el que la agricultura absorbe en torno al 40% del presupuesto total, se finiquita en 2013 y no son pocas las voces, en especial de los nórdicos, que claman por un severo ajuste. Léase, menos dinero. A partir de 2010, debate abierto.

Escaso margen de actuación posee Elena Espinosa respecto a otros asuntos que atañen directamente al bolsillo de los consumidores españoles, como el encarecimiento de los alimentos, sobre el que, en los últimos cuatro años, se ha limitado a contemplar desde su Observatorio de Precios (cuya creación Zapatero recientemente propuso pero que ya existe).

Regadíos. En cambio, y asumidas las competencias de Medio Ambiente, la ministra se verá en la encrucijada de cómo frenar la expansión del regadío a la vez que solventar uno de los mayores fracasos del Gobierno socialista, atajar la guerra del agua, pues si acabó con el trasvase del Ebro, cuestionable desde el punto de vista medioambiental, las desaladoras de Narbona no han sido precisamente la solución. En los próximos meses, atentos a las fórmulas alternativas de compraventa de derechos hídricos entre particulares y a los bancos públicos de agua.

Y para problema medioambiental grave, el de cumplir el Protocolo de Kioto. Cristina Narbona se ha despedido reconociendo que España empeoró en 2007 sus niveles de emisiones contaminantes a la atmósfera por efecto directo de la sequía (menos producción eléctrica hidráulica, más a través de centrales térmicas). Otra patata caliente, y de las que quema.

En suma, y aunque a Espinosa se le reconoce una enorme capacidad de trabajo, tendrá que multiplicarse para abordar todo lo que se le viene encima en un Ministerio que es ahora económico y medioambiental. Desde agricultores hasta la patronal eléctrica. Por lidiar que no quede.

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