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Una Estrella junto al río grande

La cantaora granadina Estrella Morente vino anoche a presentar su último trabajo discográfico, ‘Autorretrato'.

el 13 feb 2013 / 09:00 h.

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Estrella Morente inició la gira de su nuevo disco sobre el escenario del Teatro de la Maestranza.
Casi lleno el Teatro de la Maestranza para asistir a la presentación en Sevilla, al lado del río grande de Andalucía y frente a la Torre del Oro, del último disco de Estrella Morente, la hija mayor del genio de Granada. Algunos claros en el balcón del teatro, que fue el lugar destinado anoche para los críticos de flamenco. Los que no llevábamos prismáticos nos quedamos sin verle la cara a la guapa artista, algo que a la hora de escuchar a una cantaora de flamenco se nos antoja imprescindible: los gestos, la expresión, la mirada. Si a esto unimos la escasa luz del escenario, que en la primera parte del concierto parecía un velatorio, reconozco que apenas me llegó el cante de la cantaora. Me refiero al cante y no a las canciones pseudoflamencas, que de todo hubo. No todo el que canta palos flamencos es cantaor. Estrella ha progresado poco en esta faceta, la de cantar lo jondo por derecho, aunque anoche se dejó el alma en el intento. Pero una cosa es mirar hacia la cima del monte y otra muy distinta, subir a la cima. Como estamos refiriéndonos a una cantaora que, además, es de las más cotizadas, de todo lo que hizo anoche, el contenido de Autorretrato, solo nos interesó lo que cantó con las guitarras de Alfredo Lagos y Pepe Montoyita. O sea, sus soleares, tientos, peteneras con soleá, y seguiriyas. En estos cantes, la artista tuvo problemas para redondear los tercios, los cantes de Cádiz de la Niña de los Peines, sobre todo. No tenía anoche la voz para emular a la más grande del cante, en un estilo como la soleá de El Mellizo. Sin embargo, en el pregón de inicio y las sevillanas, Estrella Morente nos mostró otra frescura, se desenvolvió mucho mejor que, por ejemplo, en las seguiriyas jerezanas, con un cambio de Manuel Molina que resolvió con el falsete y no fue capaz de coronarlo sin descomponer la melodía y quedarse en el micrófono hasta el final. En una cantaora tan joven y con su técnica, es preocupante. Con independencia de que lo venda bien, que en eso es ya una consumada maestra.

No mejoró mucho en los tientos gaditanos, que remató con unos tangos de su padre, aunque se desquitó en una petenera, con cosas muy bonitas a media voz.
La segunda parte fue ya otra historia. El escenario se llenó de músicos: percusionistas, palmeros, guitarristas y un coro. Y unas luces discotequeras que, ahora sí, nos permitieron ver la cara de la cantaora y disfrutar de su bonito vestuario.

Lo mejor de la segunda parte fue, sin duda, su versión de Estrella, el himno musical de Enrique Morente. La voz de la cantaora mejoró y le puso tanta emoción al cante, y tanta musicalidad, que llegamos a emocionarnos. Aunque, sinceramente, echamos en falta la potencia que Enrique le metía a este cante.

A partir de esta pieza, Estrella dejó de ser cantaora para convertirse en una cantante y demostrar que en esta otra faceta, la de canzonetista, puede hacer grandes cosas. Ahí puede tener una carrera brillante y lucrativa. Pero en el cante por derecho, después de lo que le escuchamos anoche, Estrella Morente ha demostrado ya todo lo que tenía que demostrar. No hay cantaora grande. A no ser, claro está, que estudie más y, sobre todo, que descubra las enormes posibilidades de su bonita voz, olvidándose de una cosa que no vale para el cante grande: la ojana.

No podemos discutir su entrega y esa manera tan personal de moverse por el escenario, que fue con lo que anoche convenció a su público frente al barrio de Triana, donde lo jondo tiene otro pellizco y otro aire.

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