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Una experiencia mediterránea

Restaurante Taifas (Hotel Alfonso XIII). Platos del otro lado del Mare Nostrum que nos hablan del parentesco de sus pueblos.

el 21 jun 2013 / 23:40 h.

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El restaurante está en el jardín del hotel junto a la piscina. El restaurante está en el jardín del hotel junto a la piscina. Por Javier Compás. El chef Pierre del restaurante Taifas nos proporcionó una grata experiencia compartida con amigos, lo mejor para comer, demostrándonos la conexión histórica y cultural de los pueblos bañados por el mar Mediterráneo. La noche de San Antonio vino cálida, un camino ajardinado nos conduce al oasis del restaurante Taifas, palmeras, plantas por doquier y la piscina al lado, un punto de humedad que nos evocaba veranos exóticos, mesas al aire libre con luz de velas, romanticismo de novela, sólo faltaba que la comida estuviera buena, porque la compañía era magnífica, el menú no defrauda. Entre los amigos, un Mario Niebla del Toro cómodo, simpático como siempre, perfecto anfitrión junto con la gente del Alfonso XIII, Sam Bath, Alejandra Alvarez, con su uniforme de verano, la colonial guayabera, el gastrónomo y colaborador de El Correo, Fernando Huidobro, Inmaculada Barbadillo, Mónica Trujillano, y otros amigos para una velada muy divertida. El chef Pierre no nos defraudó. La noche estaba para comenzar con algo refrescante, nada mejor que una cerveza libanesa, Almaza, muy rica. Los entrantes vienen todos juntos y vamos probando con las manos, en algunos de ellos leemos nuestro ADN cultural, el Hommous, garbanzos en crema, tahina (puré de sésamo), aceite de sésamo, ajo y limón, más cercano aún el Fattoush, ensalada de lechuga romana, tomate, pepino, rabanitos, cebolla, menta, sumac, pan libanés crujiente y aceite de oliva, nos recordó una pipirrana, ese picadillo de verduras tan andaluz, como la base de un gazpacho, muy familiar también la evocación que nos produjeron unas berenjenas rellenas, encurtidas, fuertes de vinagre, primas de las de Almagro, como tremendamente familiar nos resultó también la ensalada de habichuelas verdes (Loubieh), todos platos frescos, como una muy fresquísima Tabbouleh, ensalada de perejil picado, tomate, cebolla, trigo molido, aceite de oliva y limón, todo para compartir, que regamos con un Château Ksara Blanc de L’Observatoire, un muy correcto vino blanco libanés. Evocaciones del Mediterráneo oriental en Labneh, yogur cremoso con menta fresca y aceite de oliva y en el Chancliche, un queso fresco que fabrica el mismo chef en la cocina, con cebolla, perejil, sésamo y tomillo. Los platos calientes se iniciaron con unas croquetas de carne picada con trigo bulgur, cebolla y piñones, para terminar con una pequeña parrillada de lo que aquí llamaríamos pinchitos, el Shish Taouk, brocheta de pollo marinado acompañado de crema de ajo, el Lahm Meshwi, brocheta de solomillo de cordero y el Kafta Meshwi, brocheta de ternera picada con tomate, perejil, cebolla y chile. La carne la acompañamos con un tinto libanés de la misma bodega, un correctísimo Château Ksara, un muy conseguido coupage de Cabernet Franc (30%), Cabernet Sauvignon (30%) y Syrah (40%), de corte clásico y afrancesado. Por fin, en los postres, tuvimos ocasión de probar unos pastelillos libaneses, hojaldres rellenos de frutos secos, y unos turrones, a base de pasta de sésamo, que nos resultaron algo secos, pero que refrescamos con un magnifico Té moruno y Arak Sara, bebida nacional libanesa, un destilado de uva aromatizado con anís al que se le añade agua y bastante hielo, una especie de pastis francés, o, si se quiere, una españolísima palomita de aguardiente. gastronomia02

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