Nuestra sociedad nos invade de estímulos y nos impone un ritmo de vida que no casa demasiado bien con el espíritu de la poesía. Tal vez por eso parece que el teatro contemporáneo ha acabado olvidándola. Pero existen honrosas excepciones, como esta propuesta del sevillano Juan Luis Corrientes que nos demuestra que la poesía sigue siendo un magnífico recurso teatral. Aunque, más que como un recurso aquí la poesía funciona como el eje vertebrador del relato, cuyo objetivo principal es reivindicar la figura de Gustavo Adolfo Bécquer y el valor universal de su obra. Para ello, Corrientes construye una peculiar y atrevida dramaturgia que realiza un recorrido por la vida del autor, desde su infancia hasta su muerte, pasando por su estancia en la capital del reino, combinando la presencia de un niño (que representa su infancia) con la figura de su musa, encarnada con maestría por Rebeca Torres. Y he aquí lo más significativo de la obra, ya que la relación entre estos tres personajes, más que por los diálogos, se mantiene gracias al recitado de toda una gama de poemas que realizan un hermoso recorrido por la obra del insigne poeta sevillano cuyos versos, lanzados al aire en ese hermoso espacio que constituye el Palacio de la Buhaira, adquieren una fuerza renovada. En ese sentido cabe destacar la frescura de la interpretación del niño, Marcos Corrientes, así como la presencia escénica y el dominio del verso de Juan Luis Corrientes y Rebeca Torres.
