Los sistemas son rentables en función de los recursos de un grupo. Víctor Fernández ha tratado de imponer un atrevido 4-2-3-1 que retrata a una defensa inerme y sin un referente que gobierne con la clase y clarividencia que exige el reto de ascender a Primera.
El Betis es un plantel dotado y con músculo en ataque, donde Emana y Jonathan Pereira integran una sociedad que ni la intermitencia de Capi y Caffa apaga, y desolador en la zaga.
De inicio, el aragonés repitió la pizarra de las últimas comparecencias en Heliópolis. Nacho y Damiá figuraron en los laterales y Melli y Carlos García ejercieron de centrales.
Y en la primera transición organizada, previsible y programada del Elche, error de Carlos García, expulsión y 0-1. Imperdonable para una línea que supuestamente debía funcionar a una velocidad infinitamente superior.
El gol reestructuró los planes de Víctor, inteligente y rápido. Retrasó a Arzu y respetó el dibujo. Sin embargo, la movilidad de Molina y la capacidad de proyección de Juli desnudaron a los defensores, que nunca achicaron espacios pese a introducir a Rivas en el descanso y formar entonces con un 3-2-3-1.
Tras el 0-3, Víctor, consciente de la hemorragia, reculó y dispuso un 4-4-1. Equilibró el fútbol y taponó la sangría con Rivas y Arzu de centrales, pero sus discípulos ya se habían suicidado.