Cofradías

Una larga espera entre mantillas

Hay dos opciones para ver la Semana Santa: buscar los pasos durante la estación de penitencia o guardar cola a la entrada de los templos. En los dos casos hay que echarle tiempo y esperar. Y, si es un Jueves Santo, supone un esfuerzo doble, sobre todo para quien va con mantilla.

el 01 abr 2010 / 21:49 h.

La ciudad se llenó durante varias horas de armaos y mujeres de mantilla.

Fue el Jueves Santo de mantillas, corbatas de estreno bien anuda- das y... ¿Mickey Mouse? El ratón de Disney parece un asiduo a la plaza del Salvador, con su nego- cio de venta de globos junto a dos payasos y Bugs Bunny, emparedados en dos colas. Una de ellas, la que hacían para ver al Señor de Pasión -y a El Cautivo del Polígono, encerrado desde el diluvio del Lunes Santo-, llegó hasta la archiconocida adminis- tración de Lotería de Sagasta-. La otra, mucho más pequeña, no era para alimentar el alma, sino el estómago: daba a un puesto ambulante que vendía cucuruchos de patatas de churrero.

Pero ni las dos juntas podían igualarse a la madre de todas las colas. Más de hora y media tardaron algunos aventureros que decidieron coger turno para ver a La Macarena en su templo. La fila de devotos ocupaba toda la calle Bécquer, luego torcía por la calle Fería para salir por Resolana y de vuelta a la basílica. Al menos durante el camino tenían para entretenerse: podían desayunar en la abacería Reino de Taifas o comprarle un boleto de Lotería a Teleforo Iglesias, que aguardaba en una esquina, vestido púlcramente con chaqueta y corbata con tonos morados. Ni con ese atuendo vendió. "Aquí la gente sólo piensa en ver a la Virgen", comenta.

Entre toda esa marabunta estaba César López, que todavía no se ha quitado de la cabeza aquella fatídica Madrugá de hace ya diez años, cuando él aún era nazareno de La Macarena. "Se me puso tan mal cuerpo que se me quitaron las ganas de repetir", indica César, que acompañado de la familia, rezaba para que no le cerraran las puertas del que fue su templo de toda la vida en las narices. Cerraban en una hora.

Pero esperar hubo que esperar en todas partes de la ciudad: desde la hermandad de Montserrat hasta la del Gran Poder. En esta última la espera se alargó por Conde de Barajas. "Esta no es ni un tercio de la Macarena", decía Francisco Lobato, que lamentaba en voz alta la frustración de su vida cofrade: no tener silla en la carrera oficial. Y eso que lo intentó: acudieron año tras año hasta la Casa de la Moneda. "Pero nunca hay para mí". A su lado está Encarna Gañán, cuya chaqueta está repleta hasta el cuello de pequeños banderines, que, como buena enfermera, dará a sus enfermos del hospital, al que entró en turno de noche. A pesar de ello, tenía claro que se desprendería del atuendo de trabajo "e iré directamente a ver la madrugá, aunque no duerma ni una hora".

Sufridores. Encarna es una de esas sonámbulas que vive por la Semana Santa, como un grupo de jóvenes cofrades de 20 años que se proponía, como el año pasado, eso de empalmar, es decir, salir el Jueves Santo a ver Las Cigarreras y seguir despiertos hasta que El Cachorro cruce el puente de Triana. Toda una odisea tan sólo superable por la de las mujeres de mantilla y sus elevadísimos tacones, que le obligaban a llevar un kit de emergencia en el bolso, en el que, por supuesto, no faltaban las tiritas.

Otras -las menos-, para prevenir antes que curar, se adentran en el corazón de Sevilla con calzado más cómodo. Así lo hizo una joven que hacía cola -como no- en la iglesia de la Anunciación y que portaba unas manoletinas, eso sí, negras para guardar el luto. Quien no tuviera esa ocurrencia y decidiera guardar la forma tradicional, tendría que esperar al atardecer para cambiar su atuendo por ropa cómoda, de batalla, para aguantar lo que se pueda en la Madrugá.

Y, si alguien sucumbía a la fatiga, había la opción de reposar en un bar o en los bancos de la peatonalizada Asunción. "¡Qué hermosura, hija!", se decía una mujer a otra. Todo fueron para- bienes en la bendición cofrade de la nueva calle, que tiene un pero: que sólo da media sombra cuando pasan Las Cigarreras.

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