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Una locura rojiblanca que va de la Cartuja a la Puerta Jerez

Más de 6.000 sevillistas siguieron ayer con entrega la épica victoria desde el Auditorio y protagonizaron las primeras celebraciones por la ciudad.

el 15 may 2014 / 01:54 h.

Las inmediaciones de la Puerta Jerez se llenaron ayer de banderas, bufandas y de la alegría de los sevillistas que hoy abrazarán la esperada copa. / fotos: Carlos Hernández Las inmediaciones de la Puerta Jerez se llenaron ayer de banderas, bufandas y de la alegría de los sevillistas que hoy abrazarán la esperada copa. / fotos: Carlos Hernández       MÁS FOTOS DE LA CELEBRACIÓN DE LOS SEVILLISTAS Si hubiera sido por la fuerza con la que rugió el Auditorio Rocío Jurado, el Sevilla FC no hubiera necesitado llegar a la tanda de penaltis. Hubiera ganado en el minuto uno. Más de 6.000 sevillistas siguieron ayer con entrega y pasión la esperada finalísima con el Benfica a través de una pantalla gigante habilitada en este recinto de la Cartuja. Jóvenes, mayores, niños... todos vivieron más de 90 minutos de sufrimiento y angustia en los que no decayó la esperanza con continuas arengas y cánticos que, al filo de la medianoche, desataron una locura colectiva al saborear la gloria de sentirse tricampeones de Europa. Ellos abrieron la senda de las primeras celebraciones en la Puerta Jerez. Efusivas celebraciones en el Auditorio al conocer que el Sevilla se hacía anoche con la copa de la Liga Europa. Efusivas celebraciones en el Auditorio al conocer que el Sevilla se hacía anoche con la copa de la Liga Europa. El ambiente era de victoria incluso antes de comenzar el partido. La avenida de los Descubrimientos, en la Cartuja, estaba tomada por la afición rojiblanca. Uno de ellos, Tomás López, adelantaba el feliz desenlace. «La copa es nuestra y de aquí nos vamos a la Puerta de Jerez a festejarlo por todo lo alto», decía alegremente mientras levantaba con unos amigos una réplica del trofeo que había elaborado en papel albal. Convencidos de la gesta, Tomás y su hermano Sergio, criados en Alcosa pero actualmente residentes en Monesterio (Badajoz), señalaban que «la historia estaba escrita: 2005, 2006 y... ahora 2014». Un optimismo que también traía Ángel Muñoz, socio 560 del conjunto nervionense, como repetía insistentemente. No iba solo. Llevaba en sus brazos a su pequeño de cinco años, perfectamente ataviado con la equipación sevillista:«Dice que el mejor jugador ha sido Antonio Puerta. Mi niño viene a conocer su primera final de la UEFA», decía mientras buscaba un hueco en la marea sevillista que iba coloreando el graderío. Tomás López, con una recreación de la copa, posa con sus amigos en el Auditorio. Tomás López, con una recreación de la copa, posa con sus amigos en el Auditorio. La cita era tan trascendente, que los cofrades del bar La Revirá, en la zona de Arroyo, habían delegado funciones para dejar el mandil por unas horas. «Teníamos que estar aquí. En familia, ya que por motivos de trabajo no hemos podido ir a Italia», resumían David Jarana, Juan Antonio Monge y Francisco José Espinosa. Eso sí, cuando el Sevilla se proclamó campeón, todos se hicieron la siguiente promesa: «Estaremos en la final de la Supercopa para enseñar el sevillismo a toda Europa». Algo que incumbía a Juan Antonio junior, que con cuatro años, presume de ser «el biris más pequeño del Sánchez Pizjuán». Transcurría la primera parte sin sobresaltos y la fiesta iba in crescendo. No preocupaba demasiado, e incluso había quien tenía una interpretación de estos primeros 45 minutos:«Han sido regular, pero creo que es una estrategia. Están muy nerviosos, pierden mucho el balón... pero al menos no nos han marcado. Ahora en la segunda parte, vamos a salir a ganar», analizaba Esperanza Prado en compañía de otra fémina sevillista, Sonia Macías. El puesto de perritos calientes y hamburguesas empezaba a recibir las primeras aglomeraciones, mientras la noche oscurecía el auditorio y dejaba ver mejor las imágenes en la pantalla gigante. Juan Antonio Rodríguez miraba de reojo el marcador, aunque sin mostrar desesperación: «Tranquilos, que lo mejor está por llegar», avisaba entre continuos gritos de «¡uis!» y aspavientos de los aficionados. Enfundado en la camiseta blanca conmemorativa de la final de Eindhoven, este joven trianero era la primera vez que vivía una final en la distancia. Juan Antonio lleva dos años en paro y no tiene ingresos. Aun así, quiso estar cerca de los suyos: «El Sevilla es grande, estemos donde estemos. Aquí estamos de lujo», aseguraba mientras agradecía la ayuda de su madre para abonar la entrada al auditorio –seis euros– y vivir «esta cosa nostra» con la misma entrega y emoción que en el Juventus Stadium.

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