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Deportes

Una longeva madre coraje

Competirá en los Juegos con 33 años, una edad disparatada para una gimnasta. Pero Oksana Chusovitina necesita una medalla olímpica para pagar el tratamiento de su hijo. Foto: EFE.

el 15 sep 2009 / 03:12 h.

Nada más contrario, en principio, al espíritu olímpico que reconocer abiertamente que uno compite (y hasta cambia de nacionalidad) sólo por dinero. Pero como en la vida todo es relativo, todo el que conoce la historia de esta gimnasta de origen uzbeko simpatiza con su causa de forma inmediata.

La tradición de Alemania en gimnasia artística femenina es nula. Desde la reunificación germana y el consiguiente abandono del deporte de estado en la zona comunista, esta disciplina no ha aportado ningún trofeo al rico medallero olímpico teutón. Puede que hasta Pekín 2008, donde la competidora más veterana aspira a subir al podio en la prueba de salto, de la que acaba de proclamarse campeona de Europa. Su nombre es muy poco germánico: Oksana Chusovitina. Y su historia es una de las más emocionantes de cuantas se puedan contar en estos meses previos a la cita china.

Retirada tras los Juegos de Atenas después de una brillante carrera en la que había cosechado una veintena de medallas internacionales, Chusovitina se aprestaba a iniciar una tranquila vida como destacada ciudadana uzbeka, nación en la que era reconocida como una de sus principales deportistas desde la independencia. Después de ganar el oro por equipos para la CEI (los restos del imperio soviético) en Barcelona 92, esta gimnasta renunció a la posibilidad de competir para Rusia y prefirió las duras condiciones de su república natal, donde desarrolló toda su carrera y logró otras tres participaciones olímpicas.

La peripecia vital de Oksana Chusovitina se mezcla con su carrera porque fue a Atenas un año y medio después de dar a luz a su hijo Alisher, fruto de su matrimonio con el luchador de grecorromana, también olímpico con Uzbekistán, Bakhodir Kurpanov. El participar en sus cuartos Juegos Olímpicos tras ser madre era un reto personal, una hazaña casi inédita en la gimnasia, sólo lograda por la legendaria Larissa Latynina. Entonces, no sospechaba que esa recuperación de los hábitos de entrenamiento iban a ser decisivos para salvarle la vida a su retoño, a quien a finales de 2005 le diagnosticaron una leucemia infantil. Sólo los buenos oficios del Hospital Universitario de Colonia podían librar al pequeño de las garras de la enfermedad. Eso sí, a cambio de una ingente suma de dinero de la que no disponían estos dos modestos deportistas uzbekos.

A la caza de la beca. Que su madre compitiese por Alemania y accediese a las formidables ayudas que reciben los deportistas olímpicos germanos era pues la única posibilidad de supervivencia para Alisher. El presidente uzbeko en persona hizo las gestiones ante el gobierno federal para que le concedieran la ciudadanía "por motivos humanitarios" a Chusovitina, que en 2006 debutó como alemana en los mundiales de Aarhus y logró la medalla de bronce en salto, su gran especialidad. En los europeos de 2007, repitió metal y hace unas semanas se proclamó campeona continental por delante de la italiana Carlotta Giovannini, segunda y dieciséis años más joven que ella.

Estos triunfos y la corriente de solidaridad generada alrededor de la gimnasta están cerca de resolver los problemas financieros de la familia de Oksana Chusovitina pero ella desea vencer en Pekín para "devolverle a Alemania, con una medalla, la gran alegría que me ha dado de poder luchar por la vida de mi hijo". La china Fei Cheng y la americana Alicia Sacramone, sus compañeras en el podio de Aarhus, serán dos de las pocas personas que no deseen verla triunfar.

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