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'Una mujer no puede ser libre si todas las demás no lo son'

A los 28 años, esta líder indígena mexicana está amenazada de muerte en la región donde nació por exigir para las mujeres de Oaxaca derechos que nunca han tenido. Ayer participó en el Seminario Juventud y Desarrollo en Sevilla.

el 15 sep 2009 / 15:58 h.

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-¿Le suena la frase?: "Aquí las mujeres no existen. Fueron creadas para atender a los hombres, para cocinar y cuidar a los hijos, pero no para gobernar".

-Sí. Lo dijo un concejal de Santa María Quiegolani, en Oaxaca (México), donde yo nací. Ahora existen dos Méxicos allá, y en uno las mujeres no tenemos la condición de ciudadanas. Para las autoridades servimos a la sociedad como mujeres, no como ciudadanas.

Aunque la Constitución diga que tenemos los mismos derechos que los hombres, en la región del sur, en Oaxaca, hay unas leyes no escritas controladas por caciques municipales. Prohiben a las mujeres salir a la calle, ir a la escuela o al centro de salud, votar y ser votada... Yo me presenté a las elecciones municipales del año pasado, y aquel concejal dijo aquello tras romper todas mis papeletas.

-¿Por qué se presentó si sabía que las leyes regionales se lo impedirían?

-Es un derecho consuetudinario para preservar las tradiciones indígenas. Estoy de acuerdo con amparar nuestra lengua y vestimenta y nuestras fiestas, pero no las leyes que discriminan a más de la mitad de la población. Son injustas y hay que combatirlas.

-¿De dónde proviene ese afán de lucha, con sólo 27 años?

-Esta lucha no ha sido fácil. A los 11 años huí de casa para evitar que me casaran, que me intercambiaran por objetos. A mi hermana mayor la casaron a los 12 años, y a los 31 ya había tenido nueve hijos. He visto a mis padres llorar como dos niños, diciéndome con impotencia: hija, déjalo ya, deja la lucha. Porque temen por mi vida. Ahora tengo que entrar en mi comunidad resguardada por la Policía preventiva para que no me maten. Y eso me entristece y me asusta. Pero yo no me siento libre si las mujeres de Oaxaca no lo son. Mujeres como mi madre o mi hermana, que son las que me dan fuerza para seguir luchando. Una mujer no puede ser libre si todas las demás no lo son.

-¿A costa de ser expulsada de su comunidad por las autoridades, hostigada y amenazada de muerte?

-Yo ya alcancé esa libertad, pero ellas no. Mis padres temen por mí, pero después llego al cuarto clandestino donde se reúnen las mujeres de mi comunidad para hablar de sus derechos y las veo agachadas, y en sus caras veo la injusticia, y puedo leer en sus ojos: no te agüites, estamos contigo. Vamos a llegar hasta el final. ¿Hasta qué final? La democracia, la justicia, la igualdad.

-También aquí, en la democracia española, pervive la idea de que la mujer está hecha para la cocina y para tener hijos...

-Eso es algo que debemos combatir todos desde nuestra condición de ciudadanos. Ir al lado de los hombres, hombro con hombro, no es una cuestión de feminismo. También acá, en España, existe esa desigualdad arraigada en la cultura, aunque no esté en las leyes. Las mujeres tenemos la obligación, aquí y allá, de educar a nuestros hijos de otra forma a como nos educaron a nosotros. Debemos decir a nuestros hijos varones que pueden y deben ejercer la labor de las mujeres.

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