Cultura

Una nueva forma de ver el mundo

La tercera Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (Biacs3) se reinventa a sí misma y propone una lúdica edición en la que se ha cambiado la forma de ver el arte. Del 'no tocar' se ha evolucionado al imperativo de 'tocar' para disfrutar de este nuevo arte tecnológico.

el 15 sep 2009 / 16:15 h.

La tercera Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (Biacs3) se reinventa a sí misma y propone una lúdica edición en la que se ha cambiado la forma de ver el arte. Del 'no tocar' se ha evolucionado al imperativo de 'tocar' para disfrutar de este nuevo arte tecnológico.

Igual que han cambiado de manera vertiginosa en la última década las relaciones interpersonales, afianzándose recientes modos de comunicación que antes no existían (emails, sms, messenger, chats, blogs?), de idéntica manera que se han establecido vías rápidas para acceder al conocimiento (Google, Wikipedia?) o se han creado redes sociales virtuales que definen la realidad que están construyendo los jóvenes (Tuenti, Facebook?), de manera equivalente se están redefiniendo las estructuras que sustentan las formas de expresión actual.

Un universo ilimitado e impreciso que es el campo de acción donde se desenvuelve la Biacs3, una nueva dimensión descatalogada que tantea muchos aspectos de nuestra percepción del mundo entendida a través de la ciencia, la tecnología y la investigación.

Esta tercera Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla, comisariada por Peter Weibel, director del ZKM de Karlsruhe y un especialista de contrastada trayectoria en cuestiones de creación digital y Media Art, marca una diferenciación clave con respecto a la convocatoria anterior: se apoya en la connivencia del público como sustrato cómplice del que nutrirse y retroalimentarse. La participación es la clave, y eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

El matiz más desfavorable es el que tiene que ver con las cuestiones lúdicas. Al ser piezas entretenidas, el mensaje flaquea y el planteamiento profundo queda soslayado por la distracción, perdiéndose lo esencial en el camino. Si se confunde el pasatiempo con el arte, si no se tienen las ideas claras, nos quedaremos en la superficie y las obras no pasarán de ser reclamos, divertimentos que llaman la atención y no llevan a nada.

En cambio si somos capaces de comprender que estamos transitando un terreno ignoto -una dimensión en construcción experimental y anticipadora-, podremos aprender a la par que disfrutamos de elementos que marcarán tendencias y fijarán sendas.

Como ocurre en el cine de Eisenstein, en esta edición no hay protagonistas claros, prevalece el colectivo frente a la individualidad y apenas aparecen grandes nombres del concierto internacional. De los artistas extranjeros, hay que destacar en primer lugar una obra de Nam June Paik de hace casi 40 años pero con plena de vigencia.

Los trabajos de Ki-Bong Rhee, su pecera con libros es uno de los trabajos más líricos; el amanuense artifical de RobotLab, sobrecogedor y cargado de significados; la obra Anestesia activa de Shin-Il Kim; la intervención del aeropuerto de Jenny Marketou; o la aguja microscópica de Scali&Godde.

De los nacionales, sorprenden gratamente la instalación de Dionisio González, los vídeos de Sergio Prego y Manolo Bautista, las fotos de Mellado, o las maquetas de Vicente Guallart y José Morales.

El término globalización, considerado por Weibel una noción esencial en su proyecto al ser una acepción definidora del mundo intercomunicado que vivimos, es matizable. Hay descompensaciones reseñables.

Exceso de artistas coreanos (podían haberse incorporado más chinos, hindúes, japoneses u otros asiáticos), carencia de determinadas nacionalidades interesantes, por ejemplo Rusia, o escasa representación de territorios de amplia envergadura.

Los más señalados: Sudamérica, cuya presencia es casi testimonial; las zonas islámicas, con escasa cobertura; o los países escandinavos, que apenas se dejan ver. También se podían haber incluido algunos otros creadores españoles que, por su relación directa con el argumento diseñado, no hubiesen desentonado, caso de Daniel Canogar o Antoni Muntadas.

En general, los contenidos planteados en YoUniverse son aglutinadores, atractivos y envolventes, prevaleciendo el discurso por encima de los artistas o las obras. Es de agradecer que no se haya apostado por el hit parade que se repite una vez sí y otra también en todas las bienales del mundo -un modelo caduco que ya no va a ningún sitio-, sino que sea una iniciativa más personal que mira hacia delante rompiendo formatos e hibridando conceptos.

En esta Biacs3 la columna vertebral está clara y es firme, facilitándole la tarea al espectador y potenciando la empatía con el ciudadano de a pie. En la anterior convocatoria había un hilo argumental desabrido que funcionaba como música de fondo, pero nunca llegaba a ser un eje sólido porque flaqueaban algunos pilares básicos. Si aquella edición era excluyente e incómoda, la de ahora es cercana y acogedora, está diseñada para un público medio de hoy.

Personas habituadas a pasar muchas horas delante de la pantalla del ordenador y acostumbradas al descubrimiento vivencial con la tecnología, gentes abocadas al encuentro con el futuro que pueden sentirse cautivadas por los nuevos lenguajes y las infinitas posibilidades creativas del arte contemporáneo.

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