Con la voz profunda de Álex Ortiz. Con el quejío elegante y rasgado de la eterna Pili del Castillo. Con el embrujo y el arte calé de Joana Jiménez. Con el temperamento del desaparecido e inmortal Pepe Peregil. El Real Betis es una saeta cuartelera. Por tangos y seguiriyas. Es andaluz y gitano. Puro grito 'amortajao'.
Como el de aquel palmero de Sierpes. Una sincera eclosión de sentimientos en el ocaso de la Semana Santa. En Málaga sembró de fe los corazones de su fiel manada, aquella que caminó sonriente por los callejones de la urbe más oculta y genuina en la mañana del Domingo de Ramos. Y ayer, Sábado Santo de luto y tradición en San Gregorio y María Auxiliadora, sonó el tambor destemplado que despidió a un plantel de La Palmera que ya camina firme por el sendero de la salvación.
El Villarreal de Lotina, cual 'Canina' abatida, fue simplemente un elemento decorador de una noche extraña. Era Sábado Santo y en San Lorenzo se escuchaba una oración cantada al horizonte de una ciudad de otro tiempo. Como la del gol, puro ímpetu, coraje y corazón, del paraguayo Roque Santa Cruz, hombre creyente en las horas previas a un Domingo de Resurrección cálido y sencillo en Santa Marina.
El Real Betis es, como diría Blas Infante, la esencia de Sevilla, la razón de ser de un sector de la sociedad políglota y multirracial que habita en la cuna de la devoción cofrade. La Sevilla más mariana también puede ser bética. Y cantar la saeta cuartelera que emana del corazón de las trece barras. Como la de aquellos republicanos que pidieron a la Macarena ganar la Liga en 1935 un domingo de Feria. Entre chacinas y vino de la tierra en papel de estraza.
Hoy será un día de fiesta y regocijo en Santa Marina. De San Marcos a San Luis. De Francos a la Alfalfa. Y el bético humilde y currante sentirá el orgullo de pasear plácidamente por el Centro sin ojear la clasificación del periódico. Guardará con sigilo el traje negro con el que enterró a Cristo y adornará la solapa con las flores que inauguran la primavera y la Feria. Porque es la esencia de Andalucía.
Dos formas diferentes de entender el arte y la idiosincrasia de una tierra que canta por bulerías, fandangos y salves rocieras. El bético de número y carnet pretende brindar con una copa de manzanilla por la continuidad en Primera División. Por la permanencia en la elite del balompié patrio. Y que sea cantando sevillanas.