Una tercera edad muy olímpica en Écija

Las Miniolimpiadas Provinciales de Mayores, que se celebran en el municipio, reúnen a participantes de 50 municipios.

el 21 oct 2010 / 17:38 h.

Si hay una competición en la que más importante que ganar es participar y pasárselo bien, son las Miniolimpiadas Provinciales de Mayores. Quedó claro en las que se celebraron en Écija, las séptimas, desde el primer momento: no se habían terminado de acomodar los más de 1.200 participantes llegados de 50 municipios en las gradas del pabellón de El Valle cuando se produjo la primera anécdota sentimental de la jornada.

El locutor que entretenía a los asistentes interrumpió la bienvenida apenas iniciada para comunicar que un vecino de La Algaba, sesentón, quería saber si entre los jubilados se encontraba Salvador Martín, un amigo que hizo en el servicio militar, cuando estuvo "sirviendo" en Écija. Y estaba. Y todo el público aplaudió el encuentro y el emotivo abrazo entre los dos antiguos compañeros que, además, se reencontraron lustros después con otro compañero de filas más, que también estaba para competir.

Lo que más asombra es la vitalidad de los mayores que participan en este torneo, si se cuentan sus años, porque no paran. Cuando no están participando en alguno de los deportes que forman parte de las pruebas, están bailando e incluso sacan a hacerlo a algunos políticos que se atreven a pasar por allí. "Si se conocen las circunstancias y las historias que cada uno tiene a sus espaldas extraña más todavía su vitalidad", afirma la responsable de uno de los centros de día de mayores que participaron ayer.

Pero las ganas de divertirse no les hacen dejar de lado el espíritu olímpico. La encargada de dejar claras las reglas de la prueba de bailes de salón llama la atención sobre esto. "Estamos aquí para divertirnos sobre todo, la intención es que ustedes se lo pasen bien, porque el año pasado sin ir más lejos hubo algún que otro enfado por la clasificación final", les advierte.

"Es que lo viven", dicen responsables de la organización de estos peculiares juegos olímpicos, "y se preparan para ello como no nos podemos imaginar". Sin salir de la pista de baile en que se convirtió por un día el pabellón, se podía ver a bailarines sexagenarios de pasodoble, chachachá y salsa. Él lanzándola a ella hacia arriba y volviendo a recogerla con una destreza que ya quisiera un veinteañero.

Los mayores se lo toman en serio, más que los periodistas que casi habían tomado las instalaciones deportivas y, distraídos en tomar imágenes, no se habían dado cuenta de que habían invadido las pistas de minigolf hasta que se lo advirtieron los veteranos deportistas a gritos.

Todos esperaron pacientes su turno de participar en el deporte elegido. Triunfaron el futbolín humano, el hockey adaptado y el rocódromo, porque les permiten conocer gente, hacer nuevas amistades -y reencontrar otras que creían perdidas- y probarse a sí mismos. Lo dice Dolores García Sánchez, 71 años, al bajarse del rocódromo: "El primer año subí hasta arriba, el segundo me quedé a pocos metros y hoy [por ayer] a la mitad". Le echa la culpa a que "en éste no me puedo agarrar bien". Pero asegura que volverá a intentarlo. Y el año que viene también.

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