En la pasada Feria del Libro de Sevilla, el autor revelación fue un hombre de 70 años. Toda una vida (Mono Azul Editora) fue el tardío -pero deslumbrante- debut como novelista de Carlos Abadía, un sevillano que escribió durante décadas al margen del mercado editorial, y que en esta obra reconstruye su ciudad en los años 40.
"Es una sensación gratificante", dice el sevillano de la buena respuesta que ha tenido su novela en apenas un mes. "Mis primeras obras tal vez no fueran redondas, pero quedaban seleccionadas en premios como el Biblioteca Breve o el Ateneo de Sevilla. También es verdad que perdí mucho tiempo dedicándome a la política sindical, sin tiempo para escribir".
Recuerda que a finales de los 60, cuando regresó de un exilio parisino, "había en Sevilla una efervescencia importante. Conocí a García Posada, a Paco Vélez, a Julio de la Rosa, Grosso, Barrios..." Pero la salida a la luz de Toda una vida invita a mirar hacia delante, por más que la novela esté tejida con materiales de la memoria: maquis que bajan de la sierra de Cádiz, un prostíbulo que presta ayuda a los huidos, vencedores y vencidos. ""Al fin y al cabo, el mito de Carmen se repite siempre, y si hay historias de amor entre toreros y cupletistas, ¿qué mejor torero que un maquis enamorado de una prostituta?", se pregunta.
"Uno, cuando escribe, lo hace para recordar, o para aclararse a sí mismo. Yo esta novela la escribí más despacio que las otras, cuando me jubilé. Cada párrafo me costó lo suyo, pero no pensé en ningún lector determinado. En este oficio tienes que liberarte de cosas, y divertirte reviviendo otras", apostilla.
