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¡Usted no es nadie!

Ante las opiniones formuladas por Alfonso Guerra en el acto de los valles mineros de León respecto a las relaciones PSOE-PSC, sobre los riesgos que se abrirían con la posibilidad de que el PP fuera el principal beneficiario de una supuesta ruptura de relaciones de ambos partidos socialistas...

el 15 sep 2009 / 12:07 h.

Ante las opiniones formuladas por Alfonso Guerra en el acto de los valles mineros de León respecto a las relaciones PSOE-PSC, sobre los riesgos que se abrirían con la posibilidad de que el PP fuera el principal beneficiario de una supuesta ruptura de relaciones de ambos partidos socialistas, José Montilla, SG del PSC y Presidente de la Generalitat de Cataluña, le respondió, no con argumentos, en contra de los riesgos que anunció Guerra, sino con descalificaciones del tipo "Guerra ya no es nadie en el partido socialista".

Esa réplica me recuerda a lo sucedido en el último Congreso Federal del PSOE, cuando un nutrido grupo de periodistas se dirigió a mí solicitándome unas declaraciones respecto al congreso que comenzaba. Al día siguiente, una periodista contaba en su crónica que dos delegados de la federación aragonesa le habían dicho a los periodistas lo siguiente: "¿Por qué le hacen preguntas a Rodríguez Ibarra si él ya no es nadie?".

Tanto Montilla como los delegados aragoneses estaban afirmando que, según ellos, en el PSOE, si no tienes un sillón, no eres nadie. Yo no acepto esa premisa. Ramón Rubial no tenía sillón y era alguien de suma importancia, antes y después de muerto, en el socialismo español. Algo que parece que comienza a olvidarse es que una cosa es tener poder y otra tener autoridad.

Alfonso, como Felipe, con sillón o sin sillón, tienen la autoridad política y moral que les concede su larga trayectoria socialista y el mérito, que nadie puede arrebatarles, de haberse convertido en el alma de un PSOE que comenzó a fraguarse, a partir de los finales de los 60, como el partido fundamental en la democracia española. Algunos pueden pretender hacer desaparecer el cuerpo, la imagen, la cara de esos dos socialistas y de tantos como ellos, pero el alma es imposible eliminarla.

Tampoco acepto la premisa de que quien no tiene sillón no es nadie, porque quien eso piense o diga está transmitiendo un mensaje torcido y torticero a los jóvenes que pretendan acercarse a nuestro partido. "O mandas o te callas" es un mensaje nefasto para aquellos que, con la ilusión del cambio, de la transformación y del progreso quieren militar en el histórico Partido Socialista Obrero Español.

Menos acepto el recado de Montilla y de otros, porque algunos hemos renunciado voluntariamente al poder; pero renunciar al poder político o institucional no significa la renuncia a nuestra condición de ciudadanos, es decir, a nuestra capacidad de pensar y de exteriorizar nuestros pensamientos cada vez que lo consideremos oportuno o necesario.

Gustará más o menos lo que digamos, cuándo lo digamos y dónde lo digamos; se nos podrá rebatir o replicar con igual libertad con la que nosotros lo hacemos, pero no será de recibo intentar despacharnos con el argumento de que "vd. ya no es nadie", salvo que se pretenda faltar al respeto que se nos debe por nuestra contribución a una causa a la que hemos dedicado buena parte de nuestra vida, con más aciertos que errores.

Renunciar al poder no significa renunciar a la autoridad que más de 30, 40, o 50 años de militancia socialista nos confieren. Tantos años de militancia socialista y el desempeño de funciones institucionales durante una larga temporada, en mi caso 24 años de presidencia de un gobierno regional, nos han aportado criterios de responsabilidad. Esa responsabilidad nos obliga, aunque no quisiéramos, a decir lo que debemos cuando lo que vemos nos obliga a exteriorizarlo, aunque no lo entiendan ni Montilla ni algunos delegados socialistas aragoneses.

Alfonso Guerra y muchos con él, siempre que hemos hablado de nuestro partido lo hemos hecho de una forma positiva y constructiva. Al lado de una opinión siempre se acompañaba una propuesta que remediara la situación negativa que percibíamos. Quien solo sirve para elogiar al que detenta el poder, ni para elogiar sirve. Algún día, nuestro partido tendrá que volver a atravesar el desierto, cuando los españoles prefieran una opción diferente a la que representamos, porque la vida es eso, un viaje con despegues y aterrizajes.

Cuando se nos obligue a aterrizar, algunos volverán a echarse el partido a las espaldas para preparar el despegue siguiente. Recuerdo que en 1995, cuando el PSOE aterrizó de mala manera después de un vuelo exitoso de catorce años, Manuel Chávez, José Bono y quien esto escribe, asumimos la responsabilidad de ejercer un liderazgo nacional, que no nos correspondía por nuestra responsabilidad institucional regional de aquel momento, consiguiendo situar al partido en posición de despegue para que el nuevo piloto, José Luis Rodríguez Zapatero, volviera a liderar un nuevo viaje que nos ha traído hasta aquí.

Antes de todo esto, el PSOE, como consecuencia de la clandestinidad obligada por la dictadura franquista, siguió existiendo y manteniendo sus ideas y principios a la par que luchaba como podía contra ese régimen autoritario. Fueron tiempos durísimos y difíciles; ningún militante de entonces ocupaba ningún sillón; bastante había con tratar de eludir la cárcel y la represión.

Según la teoría de algunos socialistas de hoy, aquellos socialistas no eran nadie porque no tenían poder político o institucional; y efectivamente no tenían poder, pero gozaban, gozan y gozarán de una autoridad moral que jamás conseguirán alcanzar los detentadores de la máxima "si no tienes sillón, no eres nadie".

jcribarra@oficinaex.es

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