Fue María Zambrano la persona que les puso en contacto, pero desde el primer encuentro en una casa llena de libros del Trocadero habanero surgió una amistad que perduraría en el tiempo, a pesar de la distancia geográfica y de las interferencias de los censores. Ahora, en una cuidada edición a cargo de Javier Fornieles Ten con prólogo de Juan Goytisolo, ve la luz el epistolario reunido entre el poeta español José Ángel Valente y el cubano José Lezama Lima, el Maestro cantor que da título a este volumen publicado por Espuela de Plata.
Estas cartas, a las que se suman otras de personajes cercanos a los poetas, así como los ensayos que se dedicaron mutuamente, pone de manifiesto la instantánea simpatía que se profesaron, así como el progresivo hallazgo de afinidades, entre los cuales destaca -de nuevo con Zambrano como nexo común- el interés por la mística, con especial atención hacia la figura de Miguel de Molinos, condenado por hereje como, en cierto modo, lo fueron también Valente y Lezama: aquél, desterrado por Europa, éste aislado y ninguneado en una ciudad, La Habana, que cantó como nadie. "En muchos aspectos, las vidas de lezama y Valente fueron del todo diferentes", observa Fornieles Ten.
"Lezama siempre llevó una vida muy sencilla y durante años y años salía de su casa, como si de una ancestral cueva se tratara, siguiendo dos itinerarios con dirección al mar (...). Valente tuvo una vida muy diferentes, con residencia en capitales europeas, Madrid, Oxford-Londres, Ginebra, parís, cultivando con precisión lenguas varias y conociendo autores y libros apenas nombrados en lengua hispana". Una lectura que ayuda a comprender tanto las claves de dos poéticas fundamentales del siglo XX, como algunas de las circunstancias a las que hubieron de enfrentarse los intelectuales en aquellos controvertidos tiempos.
