Cofradías

Valor maestrante y a la calle

La cofradía salió 45 minutos más tarde bajo un cielo plomizo. Tuvo que acelerar su entrada tras caerle una leve llovizna.

el 28 mar 2013 / 01:00 h.

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Debe ser que pisar el albero de la Maestranza les impregna de cierto valor taurino propio de las grandes tardes de abril. O que la Caridad debía estar presente en las calles con la actual crisis. Lo cierto es que ayer los hermanos del Baratillo tomaron prestado el arrojo de los toreros y, tras ver pasar nubarrones amenazantes desde la barrera, se ciñeron el capote azul de sus túnicas para saltar al ruedo de la calle Adriano y afrontar una faena difícil en la que tuvo que lidiar con una leve llovizna al salir de la Catedral. Pasadas las cinco de la tarde se anunciaba por la megafonía de la plaza de toros que se había pedido una hora de prórroga para ver si mejoraban los pronósticos que anunciaban lluvias para las próximas horas. La marea azul de capirotes aguardó paciente y en silencio sobre el albero maestrante. También en la explanada de Adriano el público esperó entre sol y sombra los 60 minutos que se habían solicitado al Consejo de Cofradías. El conocimiento de la suspensión de la salida de la hermandad del Buen Fin apagó por un momento las escasas ilusiones que se mantenían en pie, aunque los más veteranos no perdían el optimismo: “Desde que hemos llegado las nubes se han echado a un lado. Creo que sí, que vamos a salir. Mira que buenas vibraciones tengo, que no traigo ni paraguas”, explicó la esposa de uno de los hermanos de la corporación que se encontraba sentada en la puerta de la capilla en el corralito reservado para los hermanos más veteranos. Poco antes de que la junta de gobierno comunicara el feliz desenlace, empezaron a manifestarse algunos síntomas que hacían presagiar que la hermandad iba a poner su cruz de guía en la calle. Desde el Paseo Colón bajó la banda de cornetas y tambores del Sol, con pincho en sus cascos, como es de rigor cuando hay riesgo de lluvia. Sus sones levantaron el ánimo de los que se encontraban apostados tras la valla. Acto seguido, irrumpieron por el otro lateral de la capilla, por Arfe, los acordes de la banda juvenil de las Cigarreras. La formación se preparaba para ir abriendo paso en la cruz de guía. Desde el callejón por dónde antes habían accedido los nazarenos para formar en la vecina plaza de toros, uno de los hermanos de chaqueta lo confirmaba: “Salimos. En breve se abrirán las puertas”. Pero no fue tan rápido. Hubo que esperar a que pasaran los últimos nubarrones para que ello sucediera. Antes el reloj de la espadaña de la capilla dio las siete de la tarde. La apertura de las puertas desató una alegría inmensa. Tanto que todos fotografiaron la imagen con la euforia de ver cómo el Miércoles Santo se recomponía y empezaba a respirar tranquilo. Los primeros tramos de nazarenos de la Piedad salieron con bastante celeridad. La hermandad se había comprometido a estar en la Campana a la hora prevista, por lo que pese a salir hora y media después había que recuperar el tiempo perdido. Julián Huertas llamó al paso de la Piedad que se encontraba en la misma puerta. La marcha Cristo del Amor acompasó las primeras chicotás –pausadas– hasta perderse por la calle Pastor y Landero. La imagen era contemplada por el profesor Juan Manuel Miñarro, cuyo taller ha restaurado recientemente el Cristo de la Misericordia. Ya con la noche echada encima, el palio de la Caridad iluminaba la calle en un horario inusual para la salida de esta dolorosa pero es que contra todo pronóstico se impuso el valor maestrante.

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