El Festival Internacional de Artes Escénicas de Sevilla (FeSt), retoma esta nueva edición, que comenzó el pasado 18 de diciembre, tras las fiestas navideñas. Y nada mejor para atraer al público que un clásico internacional que supone todo un referente para el clown teatral. Porque este espectáculo de Andreas Eilertsen, que comenzó su andadura en 1996 en Noruega, su país natal, está considerado en el panorama de la escena internacional como uno de los pilares fundamentales de la comedia clownesca. Aunque lo que sorprendió en su día de esta obra es la capacidad de su intérprete para integrar la pantomima y el humor del payaso blanco con una genial interpretación musical abordada con técnicas circenses, como los malabares o la magia. Todo ello al servicio de una dramaturgia que planea por el surrealismo y el teatro del absurdo sin decantarse por ninguno de ellos. En ese sentido cabe destacar la limpieza técnica y el virtuosismo con la que el intérprete aborda tanto la ejecución musical como los malabares y la expresión gestual. Aunque por desgracia los gags humorísticos resultan un tanto anacrónicos y no acaban de conectar con el espectador. Y es que el relato, que gira en torno a la vida del actor, incorpora unos textos que el actor se empeña en recitar en su idioma original y el resultado es que se pierde una parte fundamental del contenido de la historia. La puesta en escena delimita un espacio escénico tan imaginativo como funcional que completa la dramaturgia, aunque el ritmo de la obra, debido a los continuos cambios de registros, es un tan irregular, y eso a pesar de lo ajustado de la duración delimita un discurso un tanto denso. No obstante, Eilertsen consigue subir el ritmo en el tramo final y en algunos momentos su actuación roza la genialidad.