La historia se está cobrando una cuenta particular con el convento de las Teresas, en el barrio de Santa Cruz. El patio central, apuntalado, resiste las últimas lluvias mientras los vecinos solicitan fondos en una cuenta bancaria para emprender las reformas urgentes.
No son tiempos de bonanza en el corazón del barrio de Santa Cruz. Y no se trata de alguna fase de remodelación del Centro histórico. El señero convento de San José del Carmen -conocido popularmente como el de las Teresas- vive rezando entre los andamios que apuntalan el claustro del patio central.
La madre María, priora del convento, confía en que la situación -en algunas zonas "peligrosas", como han reconocido los técnicos que han acudido a la llamada de las monjas-, "se va a solucionar porque nosotras cuidamos de sus cosas [refiriéndose a Dios] y Él cuida de las nuestras", afirma la priora. Las últimas lluvias se han recibido con miedo debido a que el estado de los tejados, soportados por vigas de madera, se encuentran combados y mojados, motivo por el que han desalojado algunas habitaciones y el locutorio alto. "Aunque les tengo dicho que no se puede pasar, lo hacemos con mucho cuidado", señala preocupada María.
La alarma en el vecindario retumbó cuando tuvieron constancia del coste total de la obra: un millón de euros. La Asociación de Vecinos y Amigos el Barrio de Santa Cruz se puso manos a la obra: papel y sobre para solicitar a todos los residentes su ayuda económica y una cuenta bancaria para los que quieran colaborar con "unas personas que siempre han prestado su ayuda para lo que necesitara el barrio", señala la presidenta de la asociación, María José del Río, en un local cedido por las hermanas.
En un principio, con la mitad del dinero presupuestado podrían comenzar las obras. Como si fuera un regalo caído del cielo, cientos de personas han contribuido con una aportación que la madre María asegura que ronda actualmente el 10% del total (unas 100.000 pesetas de las antiguas). A pesar de los inconvenientes: "esquivar" a la hora de los rezos los andamios que apuntalan el patio y que colocó Urbanismo en febrero de 2007, de las termitas que rondan las vigas de madera provocando grietas considerables y de los cubos de agua colocados bajo las goteras. "La fe es lo que mantiene esta Casa de Dios con vida", sentencia María.
José María Rodríguez, que arregló también la Iglesia del Santo Ángel, será el encargado de emprender la cuidadosa restauración que necesita el convento del siglo XVI, que está a la espera de la declaración como Bien de Interés Cultural (BIC). El inicio de la primavera mantendrá en vilo a las 17 religiosas que forman esta comunidad y que se dedican a las labores de encuadernación y bordado. "Ojalá que el miedo se nos pase cuando todo acabe", apuntaba otra monja.