Cultura

Vandekeybus concita «repulsión y fascinación» con su danza en el Central

Los músicos del Ictus Ensemble acompañan una obra saludada en términos de «histórica»

el 06 mar 2014 / 23:30 h.

Sin títulodd-1 Seguramente sea el coreógrafo belga Wim Vandekeybus uno de los artistas más amigos del Teatro Central de cuantos pueblan los escenarios europeos. El director del espacio cultural de la Cartuja, Manuel Llanes, siempre ha considerado que sus propuestas merecían ser vistas en Sevilla. En ese sentido, la programación, hoy y mañana a las 21.00 horas, de la obra What the body does not remember puede ser entendida como un homenaje a la trayectoria vital del creador, toda vez que se trata de una obra con la que se consagró en Europa y Estados Unidos a finales de los años 80. El montaje «es una carta de presentación de lo que después ha sido su carrera, una explosión de agresión, miedo y peligro que coloca al espectador en el filo de la atracción y la repulsión», según comentó ayer Llanes. La pieza plantea, en un sentido muy reducido, una confrontación entre dos grupos, entre los bailarines y la música, o entre los bailarines y un acechante conjunto de líneas. «Historia reciente de la danza hecha espectáculo», según ha definido la crítica esta reposición de una obra con visos de inscribirse como clásica en las antologías. Llega a Sevilla además con una novedad añadida. La compañía de Vandekeybus, Última Vez, estará secundada en el escenario por los músicos del Ictus Ensemble de Bruselas dirigidos por Georges-Elie Octors, se trata del más afamado grupo de música contemporánea que opera en el país belga. «Bailar solamente es aburrido, acaba convirtiéndose en siempre lo mismo. Y eso lo acaba percibiendo el público cuando todos los creadores crean lo mismo. La danza tiene que servir para romper algo, para provocar una reacción diferente», explicó ayer el coreógrafo, quien precisamente en una obra como What the body does not remember se planteó el más difícil todavía, provocando «fascinación y repulsión» a partes iguales merced a un espectáculo –estrenado en 1987– en el que los bailarines se desplazan a gran velocidad entre un milimetrado juego de lanzamiento de ladrillos en el aire, juego que suscita una enorme dosis de tensión en el auditorio. Trabajada durante seis intensos meses, Vandekeybus, con 27 montajes diferentes a sus espaldas, se siente notablemente influido por el cine a la hora de construir sus coreografías y la interacción entre los intérpretes. «Consigo momentos en los que aparentemente no ocurre nada, pero la atención está en niveles muy altos», detalla. Y pone como ejemplo las películas de Lars Von Trier, donde casi siempre el público acaba recibiendo un impacto diferente del que preveía. «Tardé bastante en sentirme satisfecho con la obra porque necesitaba experimentar con ella, tenía que investigar muchísimas cosas», rememora el también firmante de trabajos como Booty looting y Quiebro. «Yo llego a los ensayos con ideas en mi cabeza más que con folios, es más, no me importa olvidar cosas, resetear y empezar de nuevo», dice. Sin embargo, en la obra que duratedos días podrá verse en el Teatro Central, cada movimiento está anotado hasta el milímetro. Y, dada la danza de riesgo que exhibe, cualquier error sería rápidamente advertido por el público. «Conseguí el dinero para montarla por una subvención de teatro que me dieron y resultó que lo que hice finalmente era tan físico que, casi sin quererlo, revolucionó la danza del momento... cuando fui a pedir dinero para otra producción me indicaron que tenía que pedirlo en Danza, no en teatro», recuerda Vandekeybus. Tan importante como seguir las evoluciones de los cuerpos de los bailarines es la música que desplegarán en directo los músicos del Ictus, quienes abordarán una trepidante partitura de Thierry de Mey y Peter Vermeersch, dos compositores belgas estrechamente vinculados a la danza y con piezas históricas en el imaginario de la música de hoy. Es el caso de la Musique de tables, de De Mey, en la que los ejecutantes tienen por únicos instrumentos unas sencillas mesas de madera. Ambos creadores son representantes de la corriente denominada maximalista, por oposición al más conocido movimiento del minimalismo, utilizando sonidos naturales o artificiales ya sea generados por instrumentos acústicos o electrónicos. Las entradas para el espectáculo tienen un precio de 17 euros.

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