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Vecinos de la Alfalfa demandarán al Ayuntamiento por la botellona

Una treintena de residentes y comerciantes del entorno del Salvador se une para presentar un frente judicial. Están cansados de sufrir las molestias sin que se haga cumplir la ley autonómica que impide beber en la calle

el 15 jun 2013 / 23:55 h.

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Los vecinos se quejan de que al perseguir la movida del Salvador ésta se ha trasladado al entorno. Los vecinos se quejan de que al perseguir la movida del Salvador ésta se ha trasladado al entorno. Dos años después de que los esfuerzos de la Policía para evitar las botellonas en El Salvador hayan empujado la movida nocturna hacia la Alfalfa, los vecinos se han cansado de la suciedad en sus portales y del ruido que les impide dormir y están preparando una demanda contra el Ayuntamiento en la que plantearán “indemnizaciones importantes” por los graves perjuicios que padecen. “Estamos hartos del mal olor porque la gente se mea y hasta defeca en los portales; hay ruido a todas horas, gritos toda la noche; encuentras a gente practicando sexo en los rellanos, botellas rotas por la mañana... Hay vecinos en manos de psicólogos porque no se puede dormir, padres pagando a profesores particulares porque sus hijos están cansados y no estudian, una residencia de ancianos en la calle Pérez Galdós en la que están desesperados...” enumera José María Rojas, uno de los afectados, que insiste en que el jaleo dura hasta por la mañana porque los bares siguen abiertos aun con las puertas cerradas y hay after hours. Añade que encima Lipasam no limpia con agua a presión como antes, y se limita a barrer. Por eso, más de una treintena de vecinos y comerciantes –sobre todo del entorno de las calles Pérez Galdós, Don Alonso El Sabio y Ortiz de Zúñiga– se han reunido esta semana para poner en común sus quejas y luchar contra la pasividad municipal ante las botellonas llevando al Consistorio ante los tribunales. Habían pedido ayuda a asociaciones de la zona pero, al no lograrla, han acabado por firmar un compromiso común y poner el asunto en manos de un bufete de abogados. El primer consejo que les han dado estos letrados ha sido que recaben pruebas, por lo que los afectados dedicarán los próximos fines de semana a fotografiar y grabar en vídeo los efectos de la movida nocturna en sus vidas. La medida tiene un precedente: hace una década, en 2002, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía conminó al Ayuntamiento a tomar las medidas necesarias para erradicar la movida nocturna tras la denuncia de los vecinos del Arenal. Un año después la Junta de Andalucía aprobaba la ley antibotellona. Y en su balance de mitad del mandato, el actual alcalde, Juan Ignacio Zoido, se enorgullecía de la labor realizada por su Gobierno para erradicar estas concentraciones. La versión de los vecinos es bien distinta: “La Policía no hace cumplir la ley, no hace nada: hay bares que incumplen el horario de cierre y sirven las copas directamente en macetas de plástico para que se consuman en la calle, porque no tienen sitio dentro para sus clientes y venden para que se beba fuera”, algo vetado por la ley antibotellona de la Junta. “La Policía lo ve y no lo impide”, afirma Rojas, que añade que sus llamadas al 112 o a los dos cuerpos de Policía son sistemáticamente ignoradas. El malestar se extiende a comerciantes que ven ampliada su jornada laboral porque deben llegar con tiempo para limpiar con lejía y aguarrás sus entradas y escaparates antes de abrir. En el caso del diseñador de alta costura José María Cañavate, las dos cosas se unen en una combinación fatal: desde hace cuatro años tiene una tienda de moda flamenca, vestidos de novia y trajes de alta costura en la calle Don Alonso el Sabio, y además vive a pocos metros. No se queja sólo de lo mal que le sienta a su negocio amanecer entre malolientes orines y botellas rotas, en el mejor de los casos. También lamenta que le afecte a la salud y al trabajo: “La gente está de fiesta hasta las siete de la mañana y es imposible dormir, lo que me provoca dolores de cabeza, y eso afecta a un trabajo creativo como el mío. Hoy por ejemplo –por el viernes– estoy trabajando sin dormir. Estamos en pleno apogeo, con las ferias y las bodas, y no puedo más, estoy pensando en pasar el fin de semana en casa de un amigo para poder descansar”, se queja el conocido diseñador. Ni el doble acristalamiento ni otras medidas de aislamiento logran proteger del ruido constante. “En invierno son los estudiantes y los erasmus, en verano los guiris, ahora es temporada de despedidas de solteros que van por ahí pegando unas voces tremendas... es así todo el año, y al final te agota psíquicamente. Ya es desesperación”, concluye Cañavate. Los vecinos aseguran que su situación ha empeorado desde que hace un par de años el Ayuntamiento redobló su afán por erradicar la botellona en El Salvador, pero sin preocuparse de que se dispersase por las estrechas calles de su entorno. “Los patrulleros se instalan en El Salvador o la Alfalfa, pero no se mueven de allí. Llamamos al 112 y la Policía pero no vienen, nos dicen que no pueden hacer nada; a veces nos hemos coordinado varios vecinos para llamar, y a pesar de recibir diez o doce llamadas no acuden”. Algunos casos que relatan son extremos: mantienen que hay vecinos que han llegado al enfrentamiento físico. Le ocurrió a uno que al llegar a su casa se topó con una veintena de jóvenes que no le dejaban entrar porque estaban haciendo una botellona en la puerta y andaban “borrachos o pasados por las drogas, que se drogan muchísimo”. Otros han llegado a ir a juicio contra algunos bares y a enfrentarse a sus propietarios. La dueña de la residencia de ancianos Hábitat Geriátrico, que lleva 29 años en Pérez Galdós, recuerda que ganaron una demanda hace años y el bar tuvo que cerrar. “Abrió al día siguiente con otro nombre”, desvela Carmen Gómez, que relata que, al margen de que sus residentes son mayores y se quejan de los ruidos porque los dormitorios dan a la calle, ha tenido problemas cuando han tenido que acudir ambulancias porque el gentío les ha llegado a impedir la entrada “porque iban hasta arriba, y no te puedes enfrentar a ellos”. Cansados de que nadie les haga caso, residentes y comerciantes empiezan ahora un frente común para que sea la Justicia la que los respalde.

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