Sucedió en la primera banderilla y se gafó la tarde. El toro de Pereda alcanzó al caballo Galán y propinó un fuerte porrazo a Diego Ventura, que afrontó el resto de su encerrona choquera con fortísimos dolores en el hombro izquierdo a pesar de los calmantes que le administraron en la enfermería tras dar muerte a ese animal, que resultó muy deslucido para el toreo a caballo.
Pero la fiesta debía continuar y el jinete de la Puebla del Río, que había preparado con esmero todos los detalles de este festejo trascendental, volvió a montar en sus caballos para hacer frente a una encerrona que se puso muy cuesta arriba por culpa de la lesión y el mal manejo del rejón de muerte, que le privó de cosechar más trofeos. Pudo haber cortado una oreja del segundo de la tarde, un manejable ejemplar de Fermín Bohórquez que salió corriendo turno, al que cuajó una variada, entregada y solvente actuación a pesar de los gestos de dolor que evidenciaban el calvario interior que estaba pasando.
En tercer lugar salió un toro de Partido de Resina que recibió después de ingresar de nuevo en la enfermería del coso de La Merced. Pero el toro no merecía el esfuerzo: aplomado, sin celo y reservón mantuvo a cero un marcador que seguía resistiéndose.
Pero el precioso cárdeno de Miura que salió en cuarto lugar permitió a Ventura resarcirse momentáneamente y disfrutar del toreo. El de La Puebla del Río enseñó su categoría de gran rejoneador y se sobrepuso al dolor -tuvieron que aplicarle hielo entre toro y toro- para cuajar una faena intensa y emocionante, ajustada en los terrenos y en los embroques -con el toro cosido a la grupa- y brillante en la ejecución de todas las suertes, especialmente en las cabalgadas a dos pistas que hicieron vibrar al amable y entregado público choquero.
Recibió al quinto, de Cubero, con una garrocha en la mano y compartió banderillas con los sobresalientes Andrés Romero y Francisco Palha. Ventura consiguió esta vez acertar con el rejón de muerte y cortó dos orejas que deshicieron el maleficio. Quedaba el sexto, con el que llegó a echar pie a tierra muleta en mano. Cortó otra oreja y pudo respirar por fin.