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Vida de jeringas y caridad

el 19 mar 2011 / 18:23 h.

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Hace muchos años, a Paco Peña lo avisaron porque una vecina sufría convulsiones y tenía la tensión por las nubes. Fue a su domicilio acompañado de un médico que había estudiado mucho pero desconocía el genio popular. El practicante tuvo que hacerle a la mujer una sangría con una jeringa que más bien parecía un puñal, mientras el joven doctor sudaba atónito. Cuando terminó, la mujer se negó a atender a razones y le zampó a su hijo: "¡Lo que tienes que hacer es irme por agua al pozo del Pelícano!".

Otro día, de hace todavía más tiempo, se presentó en la casa de otro parroquiano que creía agonizar. Eran los años de la novedad del supositorio, y el enfermo sudaba porque temía administrárselo. "¿Eso cómo va a ser?", le preguntó al practicante, a lo que éste se explicó, quitándole el envase: "Se desenvuelve y se mete por ahí". El enfermo se tranquilizó mirando a su mujer. "¿No ves?", le dijo.Son algunas de las anécdotas de hace casi medio siglo que contó al término de una conferencia sobre esta figura extinta del practicante pronunciada por la doctora Raquel Chillón, fisioterapeuta y profesora de la Universidad de Sevilla, en el Casino de Los Palacios y Villafranca este jueves, al término de la cual se homenajeó a este experimentado sanitario del que una de sus hijas dijo al borde de las lágrimas: "Mi padre compró de su bolsillo penicilina para un niño que se estaba muriendo". Paco Peña era el vivo ejemplo de la figura del practicante del mundo rural sobre la que disertó la conferenciante con profusión de datos históricos y fotografías de Los Palacios y Villafranca en tiempos de la polio.

La función del practicante, que integraba las de enfermero y matrona hasta el siglo XIX, había sido ejercida por el barbero hasta entonces. Sin embargo, en 1952 desapareció oficialmente, sustituida por la de ATS, que a su vez se llamó diplomado universitario en enfermería a partir de 1977. Pese a todos esos vaivenes académicos, practicantes como Paco Peña han seguido curando heridas, administrando ungüentos y poniendo inyecciones al vecindario que depositaba su entera confianza en ellos, profesionales de la ciencia y la caridad a partes iguales.

"Los practicantes sabían muchas veces que la gente no tenía ni para darles una caja de tomates", señaló la conferenciante, a lo que asintieron no sólo el protagonista de esta historia, sino otros profesionales del gremio que asistieron a su charla. Románticos de la causa sanitaria de andar por casa con apósitos y por el pueblo en vespino. Como el "azulito" que tenía Paco Peña en su época o el que aún utiliza Manolo Cerezuela, el más célebre practicante activo en este municipio del Bajo Guadalquivir, famoso hasta el punto de haber protagonizado eventos en las redes sociales de internet.

En la conferencia -la primera de una mujer en la historia casi centenaria del casino, que hace un mes aprobó la entrada de este género e incluso de socias- se pudieron ver rostros conocidos co- mo don Onofre, un médico de toda la vida, pero también se citaron para el recuerdo otros inolvidables, como don Daniel el Practicante o Juanito el Practicante, cuya sola mención hizo germinar sonrisas nostálgicas entre el respetable, a veces más atento a las diapositivas de la antigua casa de socorro y de niñas enfermizas sobre sus escupideras que al acertado análisis de la conferenciante sobre una figura que tuvo en la mecanización del campo, la industrialización de las ciudades y la proliferación de vehículos motorizados, paradójicamente pese el progreso, los motivos fundamentales de que las suyas se hubieran de convertir en manos de santos.

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